«Ya sabemos que la mentira es nuestra principal arma», le susurraba Lenin al padrecito Stalin. Y tal afirmación continua vigente entre las filas del socialismo impuesto por el rey de la mentira, Sánchez. Entró en la Moncloa cabalgando a lomos de una promesa, convocar elecciones, su primera mentira de una retahíla que no ha finalizado. Aquel gobierno constructivo, ha ido esfumándose para convertirse en un ejecutivo demoledor. Y la razón de tal desmoronamiento no se halla sino en la implantación del maniqueísmo entre silla y silla. La busca y captura de «malos» parece haberse convertido en el único motivo de su gobernanza. Los «malos» lo son las grandes empresas, los ricos, la derechona sempiterna, los coches, hasta los periodistas impertinentes que no saben emitir sus preguntas sin incluir una coletilla condenatoria. Los miembros de ese gobierno nacido como instrumento del derrumbe, han levantado la mentira como disfraz de su incompetencia, agria incompetencia, dentro del cual convive una sosísima andaluza — ¡inaudito! —, una pétrea bilbaína que parece no soportarse ni a ella misma, un ministro en órbita desconocida, una administradora de TVE símil del ricino, y hasta un ministro de la cosa agrícola descubierto hace dos días de su existencia, imputado por robo de ¡agua!.
El tiempo pone a todo el mundo en su lugar y, con el trascurso de los días, el «Tesisgate» ha reducido a la condición de monje cartujo a Máxim Huerta, el Breve, con su mentira, para ser elevado a mártir, inútil y algo lelo, por sus ex compañeros. La siguiente, Monton, por lo visto va loca con la lencería, pagada por el presupuesto, naturalmente. La ministra del ramo industrial se forjó un seguro de vida que era un plan de pensiones. La ministra de Justicia, dijo, en tres ocasiones, que no conocía al personaje de las cintas y resultó que hasta le auguró «éxito seguro» al anuncio del puticlub montado para solaz general. Otra que se supera viernes tras viernes es la ministra portavoz, la bilbaína, pobre de toda pobreza, que oculta chalé, pisos y caseríos. Por descontado que tiene todo el derecho a ser rica, pero lo que éticamente ya no es de recibo es que, aparte de regañona, antipática y con un enfado perenne, establezca cada viernes qué y cómo debe preguntar el periodista. Y puestos en faena, que insinúe que hay que poner trabas a la libertad de prensa, mientras la vicepresidenta Calvo va por ahí pretendiendo que, por ley, las mujeres entren en los consejos de administración de las empresas. Como entiende que no son capaces por sí mismas, la Calvo desea ir colocándolas por mandato legal.
Y es que, detrás de tanta mediocridad y narcisismo político, este gobierno, surgido de las tinieblas del odio, no es sino un instrumento del «Lenin» de turno, llámese Iglesias, llámese Torra, llámese Colau, llámese Tarda. Y no solamente que lo utilizan para obtener sus réditos monetarios, sino para ir escalando posiciones de poder dentro de un Estado al que odian. Sánchez con su moción de censura no hizo sino repetir los medios utilizados para obtener una tesis cum laude, el fraude y la mentira. Y los discípulos le han surgido como setas después de la lluvia. Mienten, engañan, se desdicen, esconden, amagan querellas, demandas, y se sientan, aguardando que escampe. Y entretanto la Beria de TVE, con la pertinente sociedad instrumental, al tiempo que purga todo lo purgable, machaca con imágenes a Rato, pero se calla que también figuran condenadas en la misma sentencia dos afiliados a IU, cinco del PSOE y dos de CC.OO., más el padre de Espinar, naturalmente. Así instrumenta el gobierno su política, la mentira, olvidando que Clinton las pasó moradas, no por sus «contactos» con Lewinski, sino por mentir; que Busch, padre, perdió la reelección por mentir al no reducir los impuestos como había prometido, o que Nixon, de mentira en mentira, acabó ahogado por las verdades grabadas.
Y mientras la Celaá, la Monton, la Montero, la Delgado, el Duque y hasta el presidente de Mercasa, mienten, la Generalitat sigue sorbiendo millones del Tesoro de un Estado y de unos contribuyentes que desprecia, insulta y amenaza todos los días, desde TV3 o desde la Sexta. Una ciudadanía que debe soportar, sonriente, como la ultra izquierda de Podemos, de todas las Mareas, de todos las plataformas separatistas, tildan de ultra derecha a varios miles de ciudadanos que han optado por una «España viva», dentro de un discurso absolutamente constitucional. Coetáneamente, los pródigos bolcheviques hablan de repartir 1.200 euros a todo individuo que pise España, aunque haya entrado en ella ilegalmente. Vamos, tal cual Arabia Saudí, que ordenó que ningún miembro del Gobierno asistiese a un jalón internacional de la industria española, la inauguración del AVE a La Meca, presidida por el rey Salman bin Abdelaziz y el príncipe heredero Mohammad bin Salman. Mientras, el ministro Abalos respondía que prefería revisar, «en persona», el funcionamiento del AVE a Granada. O eso, cubriéndose con el instrumento habitual, la mentira.