De un tiempo a esta parte el llamado cuarto poder ha fiscalizado e investigado a los miembros del Gobierno de la Nación y algunos medios han publicado informaciones que han supuesto el cese, voluntario o no, de alguno de los miembros del Gabinete.
La aparición de estas informaciones ha enojado sobremanera a su Vicepresidente la señora Calvo, ilustre profesora de Derecho Constitucional, hasta el punto de considerar que el Gobierno está siendo perseguido y que procede regular la libertad de expresión de los ciudadanos.
Para que nos entendamos y hablando claro, cuando un miembro de un gobierno de izquierda habla de regular hay que entender que lo que quiere es prohibir o restringir; si por algo se han caracterizado los Gobiernos de izquierda es en ser restrictivos con los derechos de los ciudadanos, también el gobierno de este pequeño país.
Siempre he pensado que todo se puede decir si se dice de la forma adecuada porque las formas en la vida son importantes. El problema de regular la libertad de expresión en los términos que lo pretende hacer el Gobierno, para que no pueda ser objeto de determinadas críticas, haría que se resintieran otras muchas libertades que conforman el estado de derecho.
Si se restringe el derecho a la libertad de expresión se sufrirán los derechos a la libertad de prensa, el derecho a la información, a la intimidad y al honor, como mínimo. Es evidente que la libertad de expresión está bien regulada por el cuerpo legislativo pero sus límites deben ser siempre la verdad, la educación, el respeto, el buen gusto y especialmente el sentido común.
Si regresase el sentido común a la vida política española desaparecerían o se resolverían la mayor parte de los conflictos que afectan a la sociedad. Es preciso que nuestros líderes, antes de legislar a golpe de portada o por el escozor de una crítica, deben pensar en el bien común y en los ciudadanos que le pagan su nómina, no en la moqueta y la poltrona que tanto les gusta y que tantas veces les hace contradecirse para perpetuarse en el poder, como dijo Giulo Andreotti, -no se entiende la Italia de la segunda mitad del siglo pasado sin él-, “el poder no desgasta, lo que desgasta es la ausencia de él”. Entrecomillo para que no me acusen de plagiar. Que pasen un buen día.