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La política del embuste

viernes 28 de septiembre de 2018, 10:49h

El Gobierno quiere amordazar a la prensa libre de este país. Qué cosas, si nos cuentan en 1982, cuando Felipe González accedió al poder respaldado por una enorme mayoría social, que algún día un ejecutivo socialista propondría volver a la situación anterior a la de la ley Fraga de 1966, seguramente hubiéramos enviado a nuestro interlocutor a freír espárragos.

Pero Sánchez no es González y el socialismo ha pasado de hacer bandera de la justicia social a revolcarse en una ensalada de pseudoideologías radicales que, más allá de la cáscara, se revelan la mayor parte de las veces como mera charlatanería cosmética, que provoca en sus dirigentes constantes contradicciones, desnudando su hipocresía.

Dolores Delgado dijo en la sobremesa de una comida, que imagino opípara, al calor de su cubata, que Marlaska era un maricón, usando también el término ‘nenaza’, no sabemos si referido a él o a otro de los funcionarios de la Audiencia Nacional. No seré yo el que se escandalice con las burradas que se dicen –que decimos- en cualquier comida de amigachos cuando analizamos la actualidad, menos mal que no nos grabamos los unos a los otros.

La diferencia es que la mayor parte de los españoles no vamos por ahí atribuyéndonos la condición de apóstoles del feminismo ni del movimiento LGTBI y, sobre todo, crucificando a quien en público disienta.

En la intimidad, Delgado saca a pasear su homofobia, su misoginia y su machismo, quizás para liberarse del estrés de estar todo el día autocensurándose para ser políticamente correcta. Hombre, que la ministra de Justicia sugiera que un tribunal conformado por mujeres no hay por dónde cogerlo, no solo es una sandez propia del machismo más rancio, sino que no contribuye mucho a que gente menos preparada que ella vaya moderando su pensamiento. Delgado gestiona un departamento en el que las mujeres son mayoría, cada vez más holgada, por cierto. Las hay muy buenas, buenas, regulares, malas y muy malas, como sucedía cuando primaba el elemento masculino. En eso, hombres y mujeres somos exactamente iguales, aunque ella prefiera un tribunal masculino, porque “se les ve venir”.

Marlaska escoge no polemizar, no sabemos si porque ha renunciado a convertirse en mártir del movimiento LGTBI o porque le ha cogido apego al poder. No sabemos lo que en la intimidad habrá dicho de Delgado, pero me lo imagino. Otro, en su lugar, quizás se hubiera ido a casa o hubiera exigido a Sánchez que Delgado se fuera a la suya. Sin embargo, opta por seguir trabajando codo con codo con quien piensa de él que es un maricón, expresión despectiva que describe mucho más que una orientación sexual, especialmente en el tono usado por la hoy ministra.

Resulta curioso, en cualquier caso, que ningún líder del movimiento LGTBI ni ninguna organización feminista hayan exigido dimisiones. Deberían hacer algo para que no se les viera tanto el plumero. Vivir de las subvenciones de los gobiernos de izquierda tiene un precio, claro. Si Delgado hubiera sido del PP, habría caceroladas. Si además, fuera un hombre, las de FEMEN ya estarían enseñando las tetas en el Congreso.

Villarejo es un delincuente con la moralidad de una rata de alcantarilla, en eso concuerdo con Sánchez. Pero el cese de Delgado es obligado no por sus excesos verbales privados, sino por mentir repetidamente acerca de su relación con semejante personaje. El Gobierno escaparate tiene la luna quebrada por demasiados puntos y ahora se le ha ocurrido que la solución pasa por amordazar a la prensa. Quizás si dejaran de mentir como bellacos, esa prensa que tanto les preocupa dejaría de ponerlos en la picota.

Pero, claro, siempre es mucho más sencillo matar al mensajero.
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