Cien días. Según parece es el plazo en el cual el hombre de la Moncloa y su gurú, el Iván, estiman que ya da pie para una celebración conmemorativa de los grandes logros que han visto la luz durante tal período. Normalmente, los políticos a la hora de hacer balance huyen como del fuego de cualquier atisbo de autocritica, de apuntes negativos mientras agarran a todo lo que consideran positivo para lanzase a hablar de un futuro brillante y esplendoroso. Y cien días han sido los trascurridos desde que el gran actor, según Ansón, pisó moqueta en Palacio, y más de cien han sido los grandes eventos que, según él, jalonan resplandecientes la agenda política, cultural, científica, económica, fiscal, etc., de su gobierno y de sus integrantes. Inaudito, pero cierto.
El hombre que, con trampa, consiguió desalojar a un cobardón Rajoy, de impostada voz y postureo constante, se siente pletórico a la hora de desbrozar ese pedazo de vida desde la tribuna, desde las redes, y nos habla de días «intensos y apasionantes», sin explicar que entiende por tales conceptos. Repasando algunos hitos del periodo, todo empezó con Begoña, su designación, y todas las sospechas que siguen ahí, aunque han sido aparcadas con la dimisión del ministro de Cultura, Huerta, por defraudar a Hacienda, hecho que, según la «experta» Calvo no es pecado en un socialista. Y a tal escape le sucedió el anuncio de un impuesto a la Banca. Anuncio que ya forma parte de los groseros errores que, a la mañana siguiente, son rectificados por absurdamente torpes. La Banca, principal tenedora de la deuda pública en más de un cincuenta por cien, le hace una peineta a la Ministra Montero, y esta cambia el sujeto pasivo de la escalada de impuestos y coloca en lugar de las entidades bancarias a los ciudadanos impositores, mientras, estúpidamente, alude a que la clase media saldrá indemne del incremento fiscal. Todo ello bajo el paraguas sempiterno en el socialismo y en el comunismo de que los «ricos no pagan impuestos». El mantra del revolucionario bolchevique nostálgico de la lucha de clases que maquina desde un casoplón de 800.000 euros.
Pero, no para ahí la cosecha de esos cien días. De repente, resulta que una ministra llamada Montón había plagiado su tesis, y, esclavo de sus palabras, Sánchez manifiesta que tiene su plena confianza, que hace un magnífico trabajo y así seguirá, dos horas antes de que la interfecta presente su dimisión. O sea, el actor Sánchez actuó como cualquier presidente de club deportivo, confirmando a su entrenado mientras éste hace las maletas. Nada nuevo bajo el sol. Obviamente Sánchez cobardeó en tablas. O bien, ausente de los entresijos de sus ministros, tampoco fue veraz al negar que las bombas vendidas a Arabia Saudí no eran sino misiles inteligentes que solamente hablan árabe y distinguen, perfectamente, entre el árabe yemení y el árabe saudí. Nuevo error grosero que, además, ocasionó un monumental mosqueo en la ministra del ramo. Y naturalmente, rectificación inmediata del otro Ministro también desaparecido últimamente desde que alegó que tener a golpistas presos, no estaba muy bien. Y es que, si lo de rectificar es de sabios, el gobierno está lleno de ellos. Así, Marlaska, antes Grande, nos habló de las concertinas de ZP como armas de destrucción masiva que debían ser retiradas inmediatamente de la valla de Melilla, pero ahí siguen. Como nos habló de la solidaridad a aplicar en el asunto del Aquarius, y ahora calla ante la avalancha de pateras, botes, zodiacs y demás atiborradas de migrantes al grito de «España está abierta a todos».
Se podría seguir hasta el infinito: La tesis patética de Sánchez, el degüello por el estado islámico por culpa de Aznar y las Azores, afirmación de estreno de la ministra millonaria, la presunción de Podemos, rey de TVE, las purgas de la Mateo, la asunción de Calvo a la categoría de «experta» en derecho privado, público o canónico, la paranoia de la exhumación del cadáver de Franco, junto con la apropiación de bienes eclesiásticos, el caos económico ya próximo, el mantenimiento del subidón independentista catalán, las sombras sobre la conducta de la Ministra Delgado y su admirado Garzón en el caso Falciani. Pero, todo ello será pecata minuta ante el anuncio de la reforma constitucional para eliminar aforamientos. Un tema que, según parece, no deja dormir a ningún español, y el cual será objeto de otra rectificación que rozará ya la convocatoria electoral absolutamente necesaria. Los aforamientos vienen establecidos en los Estatutos de Autonomía — con algunas excepciones—, que no se entiende como serán declarados inconstitucionales en sesenta días, mediante una modificación de la C.E., con la posible petición de un referéndum por treinta y cinco diputados, . Y, seguro, que ese «As» trucado, sacado de la manga a toda prisa para aplacar el «caso tesis», tendrá más de dos docenas de motivos para ser votado en contra, no solo por el PP, sino por el Grupo Mixto o los separatistas que ya reclaman más modificaciones profundas. Lo cual implica otro grosero fracaso de un hombre cuyo nivel intelectual no semeja proporcional al cargo que ha usurpado con el voto de lo peor de cada casa. Este hombre - actor, pésimo actor, no solamente vive en un teatro constante sino que la obra que representa surge de un desierto intelectual del cual no habrá Iván que le saque, por la sencilla razón de que, cual tesis cum laude fraudulenta, el «papel» le supera en todas las escenas, viviendo en un «in albis» permanente. Su show va configurándose como un espectacular fracaso.