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Más que unas maniobras

martes 18 de septiembre de 2018, 03:00h

Las impresionantes maniobras militares que Rusia está desarrollando en el extremo oriente siberiano, con un despliegue de centenares de miles de soldados, decenas de miles de carros de combate y otros vehículos blindados, centenares de aviones, helicópteros, sistemas móviles de misiles y decenas de barcos de guerra en el mar del Japón, en la costa rusa del Pacífico, no son unos meros ejercicios bélicos, son también toda una demostración de fuerza por parte de Putin, una declaración ante el mundo de que Rusia vuelve a ser una potencia militar mundial de primer orden.

Tampoco es casual la elección geográfica y la invitación a China y Mongolia a participar. Es una declaración del definitivo alineamiento de Rusia hacia el continente asiático y de la nueva alianza con China, convertida ya en superpotencia. La creación de la Unión Euroasiática en la que participan varios de los países que fueron parte de la Unión Soviética, así como la proclamación solemne de que el desarrollo del extremo oriente ruso es el gran objetivo de Rusia como nación para el siglo XXI, ya indicaban con claridad suficiente este objetivo de Putin, siempre reticente y desconfiado hacia Europa.

Paralelamente al entendimiento con China, Putin también está cultivando alianzas de menor entidad, pero muy importantes a nivel regional, con Irán, con Siria y con Turquía, y también intenta recuperar influencia en algunos países de la UE, que fueron miembros del antiguo bloque comunista del Pacto de Varsovia, como en Eslovaquia y Bulgaria, y convertirlos en una especie de quinta columna dentro de la UE, además de Serbia, su tradicional aliado paneslavista, que ha iniciado las conversaciones para su adhesión a la unión.

El traslado de la primacía económica mundial hacia Extremo Oriente es un proceso que avanza imparable, con la creación de dos ejes principales: uno alrededor de China y Rusia y otro en torno de Estados Unidos, Japón y Corea del Sur. Europa corre el riesgo de quedar como actor secundario o incluso reducido a un papel meramente subsidiario. El gran error del “brexit” penalizará a la UE, pero mucho más al Reino Unido y los emergentes movimientos políticos populistas de extrema derecha que tienden al aislamiento, profundizarán aun más, caso de llegar al poder en un número suficiente de países, sobre todo Alemania o Francia, en la desintegración de la unión y en colocar a Europa en el camino hacia la intrascendencia. No olvidemos que Marine Le Pen, la dirigente ultraderechista francesa, ha afirmado este mismo fin de semana que “el regreso de las naciones es imparable”.

Europa debe ser consciente de que el actual presidente de EE.UU. siente más que nada desprecio hacia nosotros y que, por tanto, no podemos esperar más que desplantes, insultos, amenazas y guerras comerciales de la actual administración norteamericana. Desprecio similar siente el presidente Putin y de Rusia debemos prepararnos para sufrir intromisiones e interferencias en nuestros sistemas políticos y procesos electorales, destinados a favorecer el ascenso de la extrema derecha populista, que el Kremlin considera, con razón, que socavaría la arquitectura institucional europea y favorecería su desintegración y, en cualquier caso, debilitaría la economía y la relevancia política de Europa en el mundo.

Lamentablemente en estos momentos en Europa los políticos y partidos tradicionales están sumidos en una crisis profunda, sin líderes dignos de tal nombre y no parecen ser capaces de enfrentarse a esta situación con la competencia, aptitud y energía necesarias. Europa aparece en estos momentos como una vieja dama decadente con la que todos se atreven.

De no surgir un movimiento regeneracionista europeísta y radicalmente democrático, Europa se dirige hacia el abismo de la desunión y la irrelevancia.



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