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Candidatos

Por Joana Maria Borrás
domingo 24 de junio de 2018, 04:32h
Visto desde fuera y para cualquier persona con dos dedos de frente, hay candidaturas que resultan del todo incomprensibles, me refiero a la de alguno de los candidatos a presidir el Partido Popular.

Es cierto que el ejercicio de cargos con poder es adictivo, y que algunos quedan enredados en sus fauces como quien es incapaz de dejar de comer chocolate impulsivamente. La adicción le impide a uno darse cuenta de que ya ha llegado la hora de marcharse, de que por muy buena o pésima que haya sido su gestión, su continuidad juega en detrimento del conjunto. Se han acostumbrado de tal manera a despertarse e irse a dormir con esa corte de aduladores y mansos devotos a su alrededor que están convencidos ser el centro del universo, del mundo y de ahí en adelante el centro de casi todo.

Seguramente de ser delito esa forma de actuar, le sería aplicable una eximente completa porque en realidad se produce una verdadera enajenación mental, una alteración de la realidad porque la suya se limita al mundo en el que se mueven y aunque saben que existe otro mundo paralelo, aquel que les proporciono el voto necesario en su día, son incapaces de desprenderse del halo casi santo producto de la alucinación.

Soraya y Cospedal no tendrían que haberse rendido a la evidencia de la adicción porque si lo que necesita precisamente ahora el Partido Popular es renovarse, flaco favor le harán en las próximas elecciones. En el otro lado del cuadrilátero, la candidatura de Pablo Casado me haría huir corriendo a tal velocidad que batiría todos los récords posibles para alguien de cincuenta y tantos. Espero que los votantes del PP no comentan el error de escorar demasiado y aupar a la presidencia, con su voto directo o delegado a alguien que rezuma derecha y más derecha por los cuatro costados.

Margallo me sorprendió en cambio positivamente hace pocos días. Con un discurso claro, con contenido (rareza poco habitual en los discursos políticos), y dando muestras de sobrada veteranía y de una visión global de la gestión política.

El Partido Popular, como cualquier otro partido, necesita tener al frente a alguien que no haga el ridículo en Europa y fuera de ella. Alguien capaz de sentarse a negociar con quien haga falta y que esté abierto a modificar lo que haga falta de una Constitución útil en su día y obsoleta a día de hoy. No digo que Margallo lo hiciera o lo consiguiera, lo único que digo es que es el único que de momento dice algo.
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