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Higiene mental

Por Vicente Enguídanos
viernes 20 de abril de 2018, 04:00h

Desde la cama de un hospital se ven las cosas de otra manera. Los alimentos adecuados para tu estado de salud envuelven de nostalgia cualquier menú cotidiano y la rutina de una terapia reiterada es la única excepción de una jornada aburrida hasta el delirio, que siquiera llegan a transformar los rostros amables del personal sanitario. Pero lo peor es el descubrimiento de que el sufrimiento y el temor existencial se vuelven importantes, aunque no salgan en las noticias audiovisuales ni sean recogidos por los periódicos. Por el contrario, disponer de tiempo libre te permite tomar distancia y valorar la trascendencia informativa que reflejan los medios.

No cabe duda de que la pluralidad está presente en las cadenas, canales y cabeceras que se editan en este país, donde cada cual refiere la escaleta basándose en criterios editoriales dispares, pero que satisfacen a públicos diferentes y que no siempre buscan la verdad. También los columnistas cargamos tintas según nuestra posición ideológica, con una incoherencia atroz, que choca de bruces con el equilibrio y la ponderación recomendables. Pero nada tan antológico como lo que nos alcanza proveniente de la política, en un escenario donde cada actor parece interpretar una comedia bufa o un desvarío.

Sin olvidar las desavenencias entre Montero y LLarena, que han reanimado a los secesionistas más que el tribunal de Schleswig-Holstein, los partidos viven una cruzada interna que dista mucho de ser lo que se espera en una democracia avanzada. Mientras los socialistas, que han abanderado la lucha contra la corrupción en filas enemigas, exigen presunción de inocencia para sus investigados o le tiran los tejos a una alcaldesa que se gusta a sí misma, sus siniestros compañeros parlamentarios mantienen un pulso soterrado, que debía haberse aplacado en la segunda edición de Vistalegre. Por su parte, Cifuentes contra Aguirre y todos contra la primera, despiden también aroma de revancha barriobajera, que deteriorará la armonía conservadora hasta que el impasible registrador se decida a mover ficha.

Un sordo quejido desde la habitación contigua me devuelve a la realidad inmediata, por lo que debo volver a la cama. Por unos días debería prohibir la entrada de periódicos y el encendido de la tele o la radio en mi habitación, porque además de los cuidados que preciso tras la cirugía, mi higiene mental me exige centrarme en lo que de verdad importa, que es tener la cabeza bien amueblada y, como dijo Martirio, poner las tripas en orden.

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