Antes de tomar la decisión de escribir estas líneas, han pasado por mi cabeza muchas cosas…demasiadas. Para empezar, he de reconocer que no quería referirme a lo sucedido a Gabriel Cruz. Duele. Imposible imaginar lo que la muerte de un hijo de ocho años de edad a manos de la pareja de uno de los progenitores puede llegar a significar en una familia. A medida iban avanzando los días y la búsqueda seguía sin dar los frutos que todos esperábamos, cundía el desánimo y ya comenzábamos a plantearnos lo que parecían absurdas teorías desde el momento en que, de forma tan sospechosa, se materializó la camiseta del pequeño. Incluso cuando se consumó la tragedia y apareció el cadáver en el maletero del coche de la detenida, no queríamos creerlo…no podíamos creerlo.
Reflexionar sobre lo que pudo llevar a alguien a cometer un crimen como este, hace que nos planteemos demasiadas preguntas que, sabemos nunca van a encontrar respuesta. Estremece solo pensar pueda pasar por la cabeza hacer daño a un pequeño niño de ocho años por quién sabe qué inexplicables razones. ¿Celos? ¿Envidias? ¿Avaricia? Por más que intentemos buscar un móvil, acabamos cabeceando y repitiendo una y otra vez que…no puede ser…no puede ser…no puede ser…
Pero cuando ya todo parecía perdido, cuando determinados medios de comunicación creen haber hecho una buena labor convirtiendo el peor drama humano que uno puede llegar a imaginar en un auténtico circo de tres pistas (un buen share justifica los medios), cuanto los partidos políticos no han dejado pasar la oportunidad de valerse de semejante desdicha para jugar sus cartas frente a sus votantes y cuando en las redes sociales se ha volcado toda la basura imaginable en forma de odio, intolerancia y crueldad intolerables, llega ella y se encarga de ponernos a todos en nuestro sitio. Efectivamente, me estoy refiriendo al testimonio de Patricia Ramírez, a cuyo hijo acaban de encontrar sin vida tras casi dos semanas de frenética búsqueda.
Desarma por completo escuchar el testimonio desgarrador de una madre rota, deshecha por el dolor que, sin embargo, fue capaz de darnos a todos una auténtica lección de entereza y generosidad. Nos dijo a todos que "en memoria de mi hijo pido que no se hable de esta mujer, que no se difundan mensajes de odio y que queden las buenas personas…se ha generado un movimiento muy bonito gracias a Gabriel con las conciencias de las buenas personas y me gustaría que esto quedara así, porque están apareciendo muchos mensajes con maldad y pidiendo muerte. Yo sé que la rabia la tienen dentro como yo, pero yo pido que lo transformen en otra cosa. Que nadie retuitee cosas de rabia. Ése no es mi hijo y ésa no soy yo. Que quede lo bonito de tanta gente apoyándonos". Y sobre la presunta homicida, la madre de Gabriel simplemente alcanzó a decir que "Sabemos que Gabriel está ya en algún lugar con sus peces y que la bruja mala del cuento ya no existe".
Hoy escuchaba a una psicoterapeuta especializada en la atención al duelo explicando que Patricia Ramírez, como no puede ser de otro modo, está todavía en estado de shock y que emociones como el enfado, la ira, pueden aparecer en una etapa más tardía. Y sí, de acuerdo con los quienes conocen estos temas, puede ser que dentro del estado de descreimiento en el que se encuentra, en el que aún tiene que tomar conciencia de la realidad que tiene que vivir, haya sido capaz de conectar de forma maravillosa con el amor que sentía por su hijo, poniéndolo muy por encima del enfado que pueda llegar a sentir por lo ocurrido. Pero en cualquier caso, qué maravillosa lección nos ha dado a todos como madre y como persona. Seguro que llegará el enfado y la ira, y por supuesto que está totalmente descolocada, pues acaban de llevarse la vida de su hijo injustamente y sin explicación posible. Pero de lo que no me cabe duda es que ,a buen seguro, Gabriel, su “pescaíto”, desde el cielo, riendo y jugando con sus peces, grita orgulloso: “mirad, mirad, esa…esa es mi madre”.
Si (
No(
