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Conversación en el Bosch

Por Francisco Gilet
miércoles 21 de febrero de 2018, 03:00h

Alrededor de la mesa, conversaban.


— Uno se pone a leer periódicos, a escuchar conversaciones y a pasar la vista por internet y no para de sorprenderse.


— Es una cuestión de entendimiento, Juan.


— Pues, escucha Lorenzo, a ver si lo entiendes. Uno llama fulana a la Virgen Maria, y resulta que es libertad de expresión. Alguien llama marica, sarasa, a otro y resulta que es delito de odio.


— Otra cuestión de entendimiento, Juan.


— Sigo. Un preclaro pregonero dice que a un apóstol le hacían felaciones, y es una simple cuestión de humor. Otro dice algo así como que a Carlitos, el fino, le den por el ojete, y es un delito de homofobia.


— Entendimiento, amigo.


— Pues, no terminaría nunca. Si se te ocurre decir que no estás por la labor de apoyar a uno que quiere ser una, delito de odio. Sin embargo, si a ti te llaman fascista, libertad de expresión al canto. Si dices que los pantanos de Franco todavía producen electricidad y las desaladoras de Zapatero están obsoletas, te cae el san benito de nazi.


— Entendimiento, Juan, entendimiento.


— Como se te ocurra mencionar que en Ibiza se han encontrado fosas de nacionales asesinados, malo, eres un puto franquista. Eso sí, te aplauden con las orejas si despotricas de los fusilamientos acaecidos en el paredón de Paterna y ocultas los asesinados en Manises. Si acaso te atreves a exponer que eso de la ideología de género es la nueva religión civil que nos quieren imponer, es que eres un machista intolerante y carca.


— Te lo repito, cuestión de entendimiento.


— Será entendimiento, pero si una niña aborta a los 14 años, no pasa nada, pero como su madre le diga que deje el móvil y estudie y la niña la denuncia, igual le caen seis meses de cárcel por maltrato. Aquí, hay que soportar que los musulmanes exijan alimentos halal en los comedores escolares, pero si pides un belén en un aula, vas de ala con tu nacional catolicismo. Por descontado, si pides poder hablar en castellano eres un maldito constitucionalista, y como montes una manifestación en contra de esos inexistentes países catalans, el insulto usado es que eres un ultra españolista, aparte de un miserable intoxicado. O sea, vas listo como se te ocurra hacer algo que no figura en eso que llaman “políticamente correcto”.


— Entendimiento.


— Sí, entendimiento, pero que un folleto municipal adoctrine en los colegios sobre consumir droga, o cómo cascársela, o cómo hacerlo en grupo, o como darle al mandingo del lado que escojas y que un progenitor se atreva a levantar la voz en contra, es verse en la ignominia de todas la fobias que puedan existir. Y ya no te digo si te atreves a reclamar que la educación de tus hijos es para ti y tu pareja algo sagrado, en tal caso te puede caer la perpetua no revisable. Reclamar que los coches no aparquen encima de las aceras o se vacíen los contenedores de basura, no merece atención alguna del munícipe de turno, pero como insinúes que la Constitución habla de no discriminación por razón de sexo y no se menciona para nada lo del género, provoca que un paniaguado comisario de los lgtbi se te eche encima y te sancione sumariamente. Y ya no te digo si eso sucede en un colegio de ideario católico, la denuncia administrativa, al estilo de la rojilla Cifuentes, es fulminante. Eso sí, que un trans se desnude, cual crucificado, junto con una virgen lesbi y un san juan gay, eso es arte, puro arte. Manda huevos con el arte.


— Entendimiento, entendimiento.


— Sabes que te digo, Lorenzo, que los pensamientos nos dan forma como seres humanos, pero para ello es preciso pensar. Y cuando leo que dicen que el estándar hombre y mujer es una invención; cuando veo que las actrices, denunciando el acoso sexual, se visten de negro, con faldas trasparentes para que podamos contemplar sus espléndidos muslos, con “escotazos” que visibilizan — palabreja
feminista — un canalillo de vértigo o con espaldas descubiertas hasta donde cambian de nombre, me da por creer que “pensar” debe hacer daño.


— No lo comprendes, Juan: “ellos”, todos “ellos” entienden que tienen la patente, el derecho de imponer su opinión, su ideología, sus pensamientos, y el de prohibir completamente todas las creencias y principios ajenos. Es la nueva política para una nueva sociedad en donde lo perfecto, lo correcto es lo que ellos “piensan” y lo despreciable, destruible, es todo cuanto “piensen” o “crean” los otros. Así, con el beneplácito y la cobardía de todos los gobiernos y partidos, al españolito se le está concediendo la libertad de tener miedo por sus ideas, ante el temor de que un vecino le delate y se vea obligado a demostrar que es inocente.


— Salud, Lorenzo, salud, y que ella nos conserve el “entendimiento” para seguir “pensando” que no sólo se trata de dejar un mejor planeta a los nuestros, sino mejores personas al planeta. Y me da que no lo estamos consiguiendo.


— Vale. ¿Te apetece otro café?


— Me sube la tensión. Mejor agua.


Y alrededor de la mesa les dejé.

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