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Impunidad para Erdogan

martes 06 de febrero de 2018, 03:00h

La ofensiva del ejército turco sobre las fuerza kurdas en la región de Afrin, en el norte de Siria, constituye una violación de todos los principios legales de las relaciones internacionales y un ejemplo de agresión militar impune, debido a intereses espurios de las potencias internacionales.

El presidente turco Erdogan ha ordenado el ataque bajo la excusa de que el PYD (partido de la unión democrática) kurdo y sus fuerzas de autodefensa, el YPG, son una organización terrorista, una rama del PKK, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, organización armada de los kurdos turcos, que llevan décadas luchando contra el ejército turco en el sudeste de Turquía, en un conflicto que se considera que ha causado ya más de cuarenta mil muertos. Pero mientras que el PKK sí está considerado como grupo terrorista por los EE.UU., la UE y otras organizaciones internacionales, el YPD no. De hecho, los kurdos, aliados con otros grupos étnicos del norte de Siria, como los cristianos asirios, otros cristianos y algunas minorías religiosas como los yasidíes, han combatido muy eficazmente al Estado Islámico (EI), liberando una gran parte del norte de Siria de las garras de los terroristas islamistas con la ayuda de los Estados Unidos, consiguiendo controlar una gran franja del norte de Siria, que es el territorio tradicional de los kurdos sirios.

Lo que parece haber desencadenado la ira de Erdogan son los planes de Washington de formar y armar a los milicianos kurdos, para conseguir una fuerza de unos treinta mil hombres que pueda controlar cualquier intento futuro del EI de reconquistar parte del territorio, lo que, según el presidente turco, significaba la creación de un ejército terrorista kurdo en su frontera, lo que supondría una grave amenaza para la seguridad e integridad de Turquía.

Pero no hay ningún indicio de que los kurdos sirios tengan la más mínima intención de atacar Turquía de ninguna manera, por lo que la operación militar turca se ha de enmarcar en otros parámetros, aparte de la indudable obsesión de Erdogan y gran parte de la clase política y militar turca, y del propio pueblo turco, con los kurdos. Con este ataque Erdogan estimula el nacionalismo turco alrededor de su persona, al inventar un enemigo externo al que hay que combatir. También afianza su papel como líder y el de Turquía como gran potencia regional y envía un aviso inequívoco de que ninguna solución al conflicto sirio será posible sin su participación.

Y esta agresión salvaje, injustificada e ilegal se está llevando a cabo con total impunidad. El régimen sirio de El Assad ha protestado con tibieza de esta invasión de su territorio por parte de una país extranjero, que además la realiza ayudando a las fuerzas opositoras al propio régimen, porque tampoco le va mal que se debilite a los kurdos y esta operación le deja las manos libres para continuar su ofensiva en Idlib, uno de los últimos reductos del opositor Ejército Libre de Siria.

Los Estados Unidos, a pesar de que esta operación puede acabar afectando a sus militares que asesoran sobre el terreno a los kurdos, tampoco ha levantado mucho la voz. Turquía es un aliado miembro de la OTAN, el ejército americano tiene una base aérea muy importante en territorio kurdo y no les interesa tensar más unas relaciones ya bastante deterioradas en los últimos tiempos, con el riesgo de un viraje de Erdogan hacia Rusia, considerada en estos momentos el principal enemigo de la alianza atlántica.

Rusia, tradicional enemigo desde hace siglos de los otomanos, ha mejorado mucho sus relaciones con Turquía y tampoco tiene ningún interés estratégico ni político, ni de amistad, con los kurdos, por lo que el conflicto le es relativamente indiferente. Además, Putin aspira, igual que Erdogan, a representar un papel principal de mediador y valedor en una solución final al conflicto sirio, que mantenga en el poder a su protegido El Assad. Tampoco hay que olvidar que el otro gran aliado regional del régimen sirio, Irán, también tiene un conflicto kurdo en su propio territorio.

Y la UE, continua, como siempre, representando un triste papel marginal y subordinado y se ha limitado a pedir a Turquía “moderación”. Erdogan sabe muy bien que tiene a los países europeos cogidos por los testículos del infame acuerdo de contención de la oleada de refugiados hacia Europa. Si volviera a dejar pasar sin restricciones a todos los que aspiran a llegar a territorio europeo, tendríamos de nuevo miles y miles de personas llegando a las islas griegas y se reproduciría la pesadilla de los campos de acogida y de las columnas humanas en movimiento por los campos y caminos de los Balcanes hacia el centro y el oeste del continente. Una perspectiva que provoca pesadillas en los dirigentes europeos.

Así pues, no importa que se viole la ley internacional, no importa que un país invada a su vecino sin motivo, no importa que se masacre a la población civil kurda, no importa que exista un riesgo cierto de resurgimiento del terrorismo islámico en parte de Siria e Irak si los combatientes kurdos son masacrados, dispersados y desarmados, no importa que un tirano como Erdogan amenace a sus propios ciudadanos con consecuencias durísimas para cualquier protesta o disidencia con la operación militar en Siria, lo que conculca los principios democráticos de libertad de expresión en un país que aun es candidato a la adhesión a la UE y no importa quedar como pusilánimes apocados e irrelevantes.

Hace ya tiempo, por desgracia, que los dirigentes de la Unión Europea, los de las instituciones europeas y, sobre todo, los de los países miembros, han perdido la dignidad y la decencia, han renunciado a ser actores significativos en la escena política internacional y se han resignado a jugar un papel subordinado, ridículo y sonrojante, promoviendo acuerdos y aceptando actuaciones contrarios a los principios fundacionales de la unión y, por tanto, traicionando el espíritu que impulsó su creación.

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