"Este país será siempre nuestro" dijo el asesor del alcalde franquista Ernest Maragall, aprovechando su paso temporal y por edad por la silla gestatoria y presidencial del Parlament catalán. Y tal frase, por venir de quién viene — un hombre que ha mamado toda su vida de las ubres del gobierno, sean de Franco, sean de Pujol, sean de Mas — contiene todo el sentimiento que está embadurnando a Cataluña y a sus instituciones públicas y organizaciones privadas. Lo dijo el Ernest y lo aplaudieron todos los que cantan “els segadors” mientras el fugitivo sigue urdiendo sus tramas para ser investido president on line. La primera de ellas, el que un alcalde, asediador de la Conselleria de Economía con los Jordis, fuese aupado a la presidencia del Parlament. Hecho lo cual, entre aplausos a encarcelados y huidos ausentes, con lazos amarillos, el susodicho sitiador, se sacó de la manga un discurso que, según algunos jerarcas del PP, estaba repleto de palabras, de gestos y de deseos de templanza y sosiego independentista. Eso sí, el ahora president y siempre adordorr de Otegi — hombre de paz con la parabellum en el bolsillo —, no llamó en primer lugar a consultas a la “ocupante” ganadora de las elecciones sino a la cuarta o quinta opción, para agradecerle que, merced a su abstención, había logrado ser lo que ahora es, President. Abstenerse, ausentarse, hacer el pino con una sola mano, todo con tal de que, los ganadores no “invadan” los lugares que por elección ciudadana les corresponde. Esa es la democracia que ellos, los ERC, los PdeCat, los Comuns, los CUP y demás anti sistema, aman y desean. Con el beneplácito de un PSC pidiendo indultos ante el silencio de Sánchez, no sea cosa que, si habla, acierte a la primera.
Y mientras el mar está en calma —según ese figura de Maillo o ese indolente de Hernando —, los de siempre, ANC, OMNIUM, Senadores, ex consellers, diputados y demás, siguen con el mismo discurso y las mismas proclamas que el I-O, sin cambio alguno: independencia, opresión, violencia, estado policial, intervención política y asedio financiero, ocupación colonial …, nada ha cambiado, nada. Solamente que hace un poco más de frio y han caído unas gotas. Los lazos amarillos adornan con todo desparpajo calles, plazas, consellerias, ayuntamientos; los pasquines pidiendo libertad para los “presos políticos” llenan aulas, balcones, consellerias; la bandera española sigue arrinconada; el Trapero sigue en libertad y Puigdemont presume de ser el próximo president de Cataluña en el exilio, como un Tarradellas cualquiera. Y mientras tanto Montoro sigue soltando pasta y todos los mencionados apropiándose de su alícuota parte. Este viene siendo el resultado de un art. 155 inútil, pero carísimo.
Seguramente el colmo de esa esperpéntica situación nos lo haya proporcionado otro figura, el Ministro Zoido. El sevillano se va al Congreso a dar explicaciones de la Operación Copérnico y de su coste de 87 millones de euros, y recibe excrecencias verbales de todos los grupos, incluidos los comunistas y los republicanos catalanes, naturalmente. Y el ministro, con su ceceo y sonsonete habituales, dando explicaciones en vez de exigirlas. El compareciente no fue capaz — instrucciones de Arriola, supongo — de replicar, con voz sonora y gesto firme, que todo, todo lo acontecido el 1-O y sus inmediaciones, no fue sino consecuencia del intento de golpe de Estado de ERC, de PdCat, de CUP, de Comunes, con el consentimiento de consellers, como Forn, y con la inconmensurable participación como pasivos espectadores de los Mossos de Trapero. El acabose del sinsentido, ser asaeteado por los verdaderos causantes del estropicio del 1-O y sus daños colaterales, sin más intento de respuesta que el soniquete andaluz de unas sevillanas.
Conclusión de lo anterior; causa asombro que todo un Gobierno, con su CNI, su CNP, su GC, su CGPJ, su TS, su AN, incluso con el “comisario” Millo, haya sido incapaz de articular y ejecutar una eficaz estrategia tendente a paralizar el estado de sedición anterior y posterior al 1-O. Después del 155, nada ha cambiado; ni TV3, ni Vanguardia, ni RAC, han variado un ápice su línea programática, sus insultos y sus diatribas contra el resto de España. Incluso un mentecato compositor, comiendo gracias a la propia TVE, expresa su espeluznante y grosera opinión en contra del Rey y de toda la españolidad. Y no pasa nada. O sea, se están riendo en sus propias narices de España, de sus instituciones y de sus compatriotas y el Gobierno sigue impertérrito contemplando como los medios de comunicación catalanes desprecian la legalidad e insuflan más y más crispación e independentismo a las huestes de Junqueras, Puigdemont y Jordis. Llegados a este punto, uno llega a creer que realmente — lo cual es más grave todavía — nadie en Génova, 13, se ha apercibido que el pulso al Gobierno no se alivia con la cataplasma del art. 155, sino atajando de raíz el problema, un verdadero golpe de Estado. Una sedición que lleva implícita un robo de la soberanía popular, alimentado por el ansia de secesión insuflado totalitariamente a los catalanes desde la primaria hasta el último aliento. Y todo ello con una única singularidad, la lengua, y con un cúmulo de inventivas, la corona catalano-aragonesa o que Teresa de Ávila era catalana, por ejemplo.