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Las dos mitades de Cataluña

Por Vicente Enguídanos
viernes 22 de diciembre de 2017, 09:34h

Las elecciones autonómicas celebradas ayer estaban cargadas de novedades, salvo en su conclusión. Los primeros comicios catalanes convocados por el gobierno de España, con 18 candidatos bajo investigación judicial, 2 cabezas de lista en prisión o huidos, durante una jornada celebrada en día laborable y con récord de participación no han logrado modificar el escenario político y social.

Cataluña está dividida y los dos bloques en los que se ha fragmentado el antiguo principado, tanto en la calle como en el Parlamento, mantienen su correlación de fuerzas, aunque el trasvase de voto distribuya alegrías y frustraciones por igual. La incuestionable victoria de Ciudadanos, que hace una década solo tenía 3 representantes, no es la primera de un partido constitucionalista – Inés Arrimadas dixit- porque Pasqual Maragall encumbró al PSC en 1999 por encima del resto, pero es especialmente relevante, salvo en su esterilidad. En el extremo opuesto, el PP se ha precipitado y le invalida como interlocutor adecuado ante la más que previsible negociación con el Estado, que evite una nueva colisión contra la que ya no será útil ni la DUI ni el 155.

Muchas son las incógnitas que deberán despejarse en las próximas fechas, desde la toma de posesión de los electos prófugos a la reacción de las empresas y los mercados, cuando no se han aclarado con este plebiscito los muchos interrogantes que pesaban sobre el futuro de este rincón europeo. Parece evidente que la independencia de poderes en este país se va a poner en entredicho y que la hoja de ruta secesionista seguirá eclipsando la aplicación de medidas que contrarresten las dificultades de confianza y seguridad a las que deberá hacer frente la región española que menos crece en la actualidad y que no podrá seguir esgrimiendo las balanzas fiscales para reclamar una mejoría en su maltrecha financiación.

Con más diputados en la cámara legislativa, aunque menos respaldo en sufragio directo, la amalgama soberanista seguirá mirando hacia un nirvana virtual alejado de sus compatriotas, incluso tras la comprobación del rechazo continental y económico, en una composición política tan incoherente como la que distingue a la CUP y al PDECAT. Con estos mimbres, Cataluña se aproxima al abismo y lastrará al resto del Estado, salvo que la preocupante soflama de Carles Puigdemont solo sea la temeraria reacción de quien nunca ha tenido sentido de la prudencia y jamás ha respetado el estado de derecho ni a quienes no le han votado.

A pesar del complejo escenario que se aventura, la elevada participación legitima aún más los resultados obtenidos, al inicio de un invierno en Cataluña que augura más frío e inclemencias de lo que las previsiones pronosticaban. Una gélida noche electoral, especialmente para los inquilinos de La Moncloa, que verán más difícil sacar adelante su obligatoria reforma de la LOFCA y los Presupuestos Generales para 2018, sin olvidar que no podrán posponer ‘sine die’ la adecuación constitucional a la que nos veremos abocados, tras escuchar a las urnas.

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