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El regalo de los que no saben qué regalar

Por Joana Maria Borrás
domingo 26 de noviembre de 2017, 03:00h

Si me comprometo a comprar mañana mismo un perfume, es mas, si nos comprometemos todos, mañana mismo, a comprar uno, el que sea, ¿hay alguna posibilidad de que los publicistas y los medios dejen de castigarnos a todas horas con esos repetitivos anuncios que amenazan nuestra integridad psíquica hasta después de Reyes?

Me resulta cansino verlos a todas horas y no porque no me apetezca ser una de las protagonistas de cualquiera de esos maravillosos guiones-quimera. Por supuesto que me encantaría ser ese bellezón que baja la escalera despacio, segura de si misma, esplendida, sabiendo que mas abajo la espera ese hombre guapísimo y perfumado también, que la abrazara con ansia, la besara con furia y la transportara al paraíso estas fiestas navideñas, porque los dos son guapos, elegantes, ricos y van a esas fiestas maravillosas de glamour que después nadie sabe exactamente donde ni cuando se celebran.

No obstante seamos realistas: mi forma de bajar una escalera se suele parecer mas a la de Scarlett O'hara en la película "lo que el viento se llevo", despeinada y corriendo en pos de un hombre que acababa de salir por la puerta para no volver jamás, sin tiempo para perfumes en el escote porque el argumento era otro muy distinto al de los anuncios de televisión.

A pesar de ello he de reconocer que me gustan (me cansan pero me gustan) esos anuncios que controlan hasta el más mínimo detalle y que convierten un líquido oloroso metido dentro de una botella en codiciado objeto del deseo en función del tipo de mujer/hombre que uno quiera ser: mujeres fuertes que colocan su mano en el trasero de un marinero; mujeres primaverales que quieren sentirse flores a todas horas; mujeres que sueñan hacer pases de modelo; mujeres únicas; mujeres del montón; hombres cañón que hacen perder el sentido a mujeres cañón también; hombres triunfadores; hombres deportistas…Los hay para todo tipo de ser humano que sea capaz de verse estimulado por tanta presión mediática.

Y si a estos anuncios le sumamos los de medicamentos para el dolor de garganta (mal de gola), que últimamente se entremezclan a todas horas con los perfumes, miedo me da que cualquier día de estos alguien acabe regalándome una caja de strepsils limón con lidocaína.



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