www.canariasdiario.com

¡Quo Vadis España! (1)

Por Miquel Pascual Aguiló
sábado 18 de noviembre de 2017, 04:00h

Otto Eduard Leopold von Bismarck-Schönhausen, príncipe de Bismarck y duque de Lauenburgo, más conocido como Otto von Bismarck (1815- 1898), ​ fue un estadista y político alemán, artífice de la unificación alemana y una de las figuras clave de las relaciones internacionales durante la segunda mitad del siglo xix, se ganó el apodo de Canciller de Hierro por la determinación con la que perseguía sus objetivos políticos.

Pues bien, recién elegido primer ministro prusiano, con ocasión de recibir al embajador español en su corte vienesa, dijo: “España es el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido”.

Cuando supuestamente Bismarck dijo su frase, España había vivido uno de los siglos más violentos de su historia: guerra de independencia, guerras de sucesión, golpes de estado, intentonas, sublevaciones, asonadas, rebeliones cantonales, guerras civiles, además de caída de la monarquía y asesinato de dos presidentes de gobierno.

Y la cosa siguió a peor: a principios del siglo XX se asesinaron a dos jefes de gobierno más. Hasta superamos a EEUU en número de presidentes asesinados, en algo debíamos superarlos: Ellos tienen cuatro: Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy y nosotros tenemos cinco: Prim, Cánovas, Canalejas, Dato y Carrero.

En guerras civiles, pocos países nos ganan. Creo que es el país de Europa con más guerras civiles desde principios del siglo XIX. La peor, sin duda, fue la Guerra Civil de 1936-1939. Todavía está presente en la memoria, y con heridas abiertas que la derecha recalcitrante se niega a cerrar.

Ahora no hay un ambiente de guerra civil porque el país, por mal que nos parezca, cuenta con un bienestar que no quiere dinamitar. Pero sí existe una especie de desmoronamiento general, hay mucha rabia y mucho deseo de autodestrucción.

En el año 2002, en el marco de un proyecto de investigación europeo, se realizó una encuesta a ciudadanos de 18 países de la UE, entre ellos España, para saber hasta qué punto las identidades nacionales eran compatibles con la formación de una nueva identidad común europea.

La encuesta se realizó a través del Eurobarómetro 57.2 y vino a confirmar algo que ya se había mostrado en Eurobarómetros anteriores, que los españoles formábamos una de las naciones más europeístas de la UE. Ahora, 15 años después y todavía sufriendo los efectos de los recortes presupuestarios de los que se ha culpado en parte a Europa y en particular a Alemania, y tras un cambio demográfico espectacular que ha convertido a España en país de inmigración, el Barómetro del Real Instituto Elcano (BRIE) en su edición nº 36 del año 2015 siguió indicando que los españoles superamos claramente la media de los que se sienten apegados a la UE (siete puntos por encima).

Mientras que en términos comparados con los demás países europeos, la identidad nacional española es relativamente débil, como muestra el Eurobarómetro. Los últimos datos de esta encuesta, de otoño de 2015, indican que España está por debajo de la media de la UE en el porcentaje de los que se sienten apegados a su país (cuatro puntos por debajo).

Las causas de esa débil identidad nacional española han sido muy debatidas por historiadores, sociólogos y politólogos, con un claro resultado: el franquismo y, en especial, su período autárquico, produjeron un complejo de inferioridad en los españoles en su comparación con las demás naciones europeas y con EEUU. Un complejo que ya se había alimentado tras la crisis de 1898 y la pérdida de las últimas colonias americanas. Por otra parte, el abuso de los símbolos y la retórica nacionalista por parte de las autoridades franquistas creó el efecto contrario tras la transición: el rechazo al nacionalismo español y a sus símbolos, la bandera y el himno, por su identificación con ese período.

A la vez, los movimientos nacionalistas periféricos, básicamente en el País Vasco y Cataluña, sumado al extraño entusiasmo con que la izquierda española los apoyó como liberadores durante la transición y ahora en los años posteriores, han contribuido aún más a debilitar lo español, hasta el punto de que la exhibición de una bandera española ha pasado a ser indicador de una ideología conservadora cuando no de nostalgia por el franquismo. La misma palabra España resultó sospechosa y fue sustituida a menudo por “el Estado español”, una expresión de escasa resonancia emotiva.

La comparación de los datos de las encuestas realizadas en 2002 y 2015 señala una caída del grado de identificación con el país. Prácticamente todos los elementos que se ofrecen a los entrevistados como posibles motivos de identificación con el resto de los españoles sufren un declive. Disminuye la identificación con la cultura española, con la lengua castellana, con su historia, con sus símbolos y, especialmente, con dos tipos de elementos: por una parte, los aspectos centrales que definen un Estado, su independencia y sus fronteras; y, por otro, su vida política y económica.

Está claro que la crisis económica y la sucesión de escándalos de corrupción en los últimos años explican en gran parte la caída del prestigio del sistema político, legal y de económico de España.

La cuestión es la siguiente: ¿ El declive en el grado de identificación con España de los españoles es circunstancial o responde a un cambio más profundo y de más largo alcance?.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios