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Ahora más que nunca…calma

Por José Luis Mateo
jueves 12 de octubre de 2017, 09:53h

En la tarde del pasado martes volvió a tensarse la cuerda. El Presidente de la Generalitat, en un ejercicio de malabarismo y prestidigitación propio del gran Houdini, fue capaz de decir una cosa y luego, al cabo de tan solo unos segundos, exactamente lo contrario, dejando a todos sumidos en un estado de estupefacción difícil de explicar. Finalizó su discurso y nadie sabía exactamente en qué lugar nos encontrábamos. Tanto es así, que el Presidente del Gobierno le ha dado un plazo para que tenga la gentileza (o las agallas) de comunicar de forma clara que suerte de sainete se escenificó el otro día en el Parlamento de Cataluña.

¡Qué situación tan triste! Pasan los días, se suceden los chascos y cada día que pasa vamos teniendo la sensación de que nos hallamos más cerca del abismo y cada más lejos de la solución. Y si a todo eso le añadimos el hartazgo, el cansancio generalizado y el estado de permanente crispación en que nos vemos sumidos, uno empieza a preguntarse hacia dónde nos estamos dirigiendo.

Eso sí, una cosa tengo clara. En estos momentos, más que nunca, tenemos que mantener la calma. Todos. Los unos y los otros (qué poco me gusta hablar de bandos, de lados y de rivales); quienes claman por la independencia de Cataluña y quienes defienden la unidad de nuestro país, entre los cuales, por cierto, me incluyo. No podemos negar que existe un sentimiento de desafección hacia España que no debe obviarse y no puedo negar que sentí una profunda pena, una intensa tristeza, mientras era testigo de la tremenda alegría y gran emoción que suscitaron esos cuarenta segundos de duración de la efímera declaración de independencia apuntada por el President Puigdemont.

Resulta más que evidente que algo debe hacerse. No podemos permanecer ajenos a una situación que se está enquistando y ante la que no parece asomar una solución sencilla. Lógicamente hay que dialogar (es imperativo) y, sinceramente, creo que debemos asumir el reto de transformar el dramático problema en una oportunidad que nos permita acometer cambios en nuestro modelo constitucional. No nos rasguemos las vestiduras. Han pasado casi cuarenta años desde la promulgación de nuestra Carta Magna y, no nos engañemos, podemos y debemos asumir sus imperfecciones, sus carencias y lagunas y reconocer que este puede ser un buen momento para su reforma y su más que necesaria actualización.

No obstante, para que eso suceda, considero han de darse dos premisas esenciales como punto de partida. En primer lugar, el President de la Generalitat y el Parlamento de Cataluña no pueden permanecer al margen de la legalidad. Nada puede comenzarse al margen de la ley ni nadie puede considerarse por encima del ordenamiento jurídico. No sé cuántas veces hay que repetirlo. No tienen apoyo nacional ni internacional, la Unión Europea no puede ser más clara en su apoyo incondicional al Gobierno de nuestro país, han promulgado leyes que han sido suspendidas por el Tribunal Constitucional, han convocado y “celebrado” un referéndum ilegal y las empresas marchan en busca de certidumbre y seguridad jurídica.

Y, por otra parte, si pretendemos modificar las reglas del juego, si queremos llevar a cabo tan importante misión, resulta crucial contar con personas dispuestas a poner todo de su parte a fin de diseñar este proyecto común de país que es España; personas comprometidas capaces de empatizar, negociar, renunciar y encontrar soluciones a cuestiones hasta ahora no resueltas. No será fácil, pero me niego a pensar que sea imposible y, de hecho, estoy seguro merecerá la pena. Y mientras eso llega, que espero llegue…mucha prudencia, infinita paciencia pero también contundencia para que el diálogo se haga posible, para que todo puede iniciarse, sin ganadores ni perdedores, entre personas que buscan un mismo objetivo dentro de la diferencia. Por tanto, ahora más que nunca…calma.

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