Putschdemont
miércoles 11 de octubre de 2017, 09:48h
De principio, han convertido el Parlament en un circo, en un teatro de guiñoles, de retrasos, con incumplimientos de horarios, con caras largas y con idas y venidas, aparte de los bulos correspondientes relativos a inexistentes intermediaciones comunitarias. Seguir por los canales televisivos el devenir de ese pleno es asistir a un show de lo más kafkiano. Diga lo que diga, da la impresión que el miedo, el temor, la comparación con Companys ni le gusta a Puigdemont, ni le gusta a su familia política. Lo lamentable de todo cuanto está sucediendo en el Parlament es que está basado en una gran mentira y en una total ilegalidad. Ya no se trata de un referéndum montado a la brava, con cambio de reglas media hora antes de abrir colegios, con urnas repletas de papeletas o con recuento sin ninguna comprobación ni vigilancia, sino de atreverse a proclamar que, de todo ello, de ese 1 de octubre, surgió un mandato de establecer la existencia de una República, de un Estado independiente denominado Cataluña.
Una gran mentira continuación del adoctrinamiento en colegios, en medios de comunicación, en canales de televisión, y que, ahora, un timorato President interpreta que le avalan para proclamar una independencia cuyas consecuencias evidentes se niega a ver. Una independencia que, llevado por su cobardía, por el temor al día después, dice que aplaza por no se sabe cuánto tiempo. Da la impresión que, ese putsch nacionalista, nace con pánico a ese Estado español que tanto odia, a ese Estado español y a las normas legales que ha obviado completamente durante todo el “pruces”. Quizás a todos los que, animados por Podemos, se vistieron de blanco el sábado pidiendo dialogo, les habrá gustado esa proclama con la boca pequeña, pero los de Arran, ya gritan “traidor”, y los de el CUP, han permanecido sentados, sin mover ni brazos ni manos, ni sonrisas. No cabe duda, ese putsch descafeinado va a lograr un éxito más; fracturar hasta el independentismo catalán. Un triunfo más de Puigdemont, de Junqueras, de Forcadell, dividir a la sociedad catalana, y dentro de ella a quienes reclaman un Estado independiente. Un Estado independiente cuyo simple anuncio a provocado la diáspora de las más importantes empresas del Ibex. Otro hit más de un hombre que nació para ser alcalde de su pueblo y que, un mal día, aceptó asumir el marrón que le había dejado sobre la mesa un desecho político llamado Arturo.
El hecho de haber actuado, entre sombras, entre bambalinas, en la penumbra de la duda, salpimentada por los silencios, no es sino el disfraz de una deslealtad total de ese grupo, ese colectivo de políticos que pusieron el fin, la meta, sin preocuparse de los medios. Y ahora, llegados a un punto sin retorno, ni logran el aplauso de los suyos, ni el asentimiento de los socios, ni el consuelo de la caridad ajena. Europa y el mundo occidental le ha dicho “no”, “aixi no”. El lamento, la queja, el lloriqueo, no han cubierto ni provocado el olvido de un cúmulo de normas sacadas al boletín oficial sin enmiendas, sin debate, con nocturnidad y alevosía, y sin tomar en consideración los asesores jurídicos de la propia institución parlamentaria. Esa grosera defraudación de la ley, tiene precio. Y parece ser que ninguno de los sentados en la primera fila de la bancada parlamentaria, está dispuesto a pagarlo.
A partir de esta tarde todo está cayendo en el descrédito: el Parlament con una Presidente a punto de ser imputada; el Presidente que no ha logrado ningún apoyo ni interno ni externo; a Junqueras que, impasible, está viendo, con los ojos entrecerrados, como hasta Catalana Occidente le dice adiós a su república independiente; el Conseller Romeva que únicamente ha logrado unas palabras de apoyo del peor Presidente de USA. J. Carter. Y la Venus Gabriel, pateando en la tribuna al comprobar que su discurso “coral” ha debido ser sustituido por el lamento del maya.
Lentamente cae el telón, y cabe preguntarse si los soberanistas de Cataluña, de Palma, de Valencia, sentirán que han vivido un día histórico, histórico por el ridículo al cual les ha llevado un político que solamente ha sido capaz de dar un putsch fracasado al haberlo untado de miedo. A partir de ese abandono, silencioso, apagado del salón parlamentario catalán, hay que recordarle a Rajoy que, como decía Sto. Tomás, si la misión del capitán fuese salvaguardar el barco, lo mantendría simplemente atracado. Mientras toma decisiones, Romueva, solo o acompañado de Omnium, de ANC, saldrá a la caza de ese intermediario internacional que esté dispuesto a mediar entre un Estado, el español, y una Comunidad Autónoma, la catalana que precisa de una yaya para que reconozcan que existe.