Definitivamente, así no
jueves 28 de septiembre de 2017, 04:00h
A escasos días del primero de octubre, no puedo sentirme más decepcionado. Lo han conseguido. Quienes buscaban potenciar un clima de máxima crispación han logrado su objetivo. De hecho, definitivamente han logrado crear dos bandos. Una auténtica barbaridad que solo puede dar frutos podridos. Y tal situación se ha logrado desde las posiciones más antagónicas. Los extremos han tomado el mando y se han impuesto a los enfoques más sensatos y racionales, asaltando por la fuerza el nunca bien ponderado sentido común. Tratando de completar un más que complicado ejercicio de simple testigo de la actualidad, he navegado a través de Internet, leído distintas editoriales, visionado diversos vídeos y escuchado opiniones para todos los gustos. Puedo concluir que, prácticamente todo lo que he analizado tiene su parte de verdad; desde el unionismo más estricto y convencido hasta el separatismo más recalcitrante, todo puede encontrar acomodo si nos atrincheramos en muy diferentes y heterogéneos argumentos que acaban moviéndose entre el a por ellos hasta el Madrid nos roba. Desde uno y otro lado no se escatima en términos que no pueden resultar más contundentes, tales como democracia, libertad de expresión, cumplimiento de la legalidad, Estado de derecho y muchos otros, pero en el fondo son meras coartadas para justificar lo injustificable: la inaceptable situación en la que todos nos encontramos en este preciso momento.
Se ha tensado la cuerda en exceso sin que hubiera motivos suficientes para hacerlo. Sí, síestoy convencido de ello. De hecho, quién no daría ahora lo que fuera por volver atrás y comenzar las cosas de otra manera; quién no ha acabado reflexionando tomando algo con los amigos concluyendo que no nos explicamos cómo hemos llegado a este punto. Y eso ocurre porque cuando tuvieron su oportunidad (Gobierno y Govern) no midieron las consecuencias de sus actos. Y ya se sabe, quien siembra vientos, recoge tempestades.
Efectivamente, aquello que ya comenzó mal, no parece pueda tener en estos momentos un final feliz porque quienes tuvieron en sus manos la posibilidad de evitarlo no hicieron todo lo que estaba sus manos para hacerlo. Y si a eso sumamos que todos los argumentos objetivos han dejado de tener importancia para acabar trasladando todo el peso al terreno de los sentimientos, el panorama no puede ser más desolador. Se está empezando a hablar desde el más absoluto resentimiento, desde el dolor y desde un odio visceral que nunca hubiera podido llegar a imaginar.
Una auténtica pena comprobar que no hemos estado a la altura. Ninguno lo hemos estado. Ya hay familias que, sencillamente, no pueden hablar del tema o, si lo hacen, permanecen enfrentados; también nos encontramos con inesperadas tensiones entre compañeros de trabajo porque pensar distinto en este concreto tema te estigmatiza, en uno u otro sentido; y más que nunca nos encontramos con que hay que medir hasta la última palabra para no herir susceptibilidades porque ya nos encontramos ante un procés a flor de pell. Y, no nos engañemos, cuando todo eso sucede, desaparece el diálogo, se evapora la negociación, nadie echa mano de la imprescindible empatía y emerge la maldita intolerancia.
Y hasta que no entonemos el mea culpa, hasta que no asumamos que todos nos hemos equivocado, nada cambiará. Seguiremos a la deriva, sin rumbo, debatiéndonos entre principios huecos y sin sentido desde el momento en que quien los predica, solo los usa, los manosea, pero no cree en ellos. Claro que nuestro país ha cambiado; por supuesto que tenemos que poder hablar de reforma constitucional sin que se nos caigan los anillos; ni que decir tiene que apuesto por reconocer, proteger y potenciar las singularidades de los diversos y maravillosos territorios de nuestro país. Pero también creo que juntos somos mucho más fuertes, que nos unen muchísimas más cosas de las que nos separan. Claro que hay muchas cosas por hacer y que apuesto por hacerlas. Pero, definitivamente, asíasí no.