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El día después

Por Francisco Gilet
miércoles 27 de septiembre de 2017, 03:00h

No cabe ninguna duda que, después del 1 de octubre, llegará el 2 y poco, o nada habrá cambiando entre el Gobierno y el Govern.. Con el referéndum, celebrado o no celebrado, las posiciones seguirán siendo las mismas. Las leyes fundamentales aprobadas en el Parlament en 72 horas, continuarán siendo lo que son, anticonstitucionales. Las conductas delictivas señaladas por el TC y los restantes jueces, permanecerán investigadas y sus autores, presuntos o hipotéticos, inmersos en las causas o diligencias. El Gobierno seguirá ofreciendo dinero y más competencias, y el Govern no cambiará sus peticiones de desconexión, con todas sus consecuencias confiscatorias. Y Montoro mantendrá su política de pago de nóminas y Guindos la suya del nuevo e inconstitucional pacto fiscal. De un lado, el Gobierno no variará su estrategia de proporcional estrechamiento de la gestión política de la Generalitat. Del otro, más rebeldía, más desobediencia de Trapero, de Forn, y las calles en revuelta constante, con bocatas de ANC o de OMNIUM. El día después del primer domingo de octubre no verá cambiar en nada el panorama. Los independentistas, aleccionadas por políticos, por anti sistema, por cachorros, por colegios profesionales, por la capellanía, abades y jerarquía episcopal, más los nous Catalans y los anarquistas o los animadores de la kale borroca invitados al tumulto, proseguirán con sus cánticos, sus escraches y demás parafernalia independentista, victimas del Estado totalitario español.

Nada habrá afectado que los gobernantes catalanes y demás cargos hayan quebrantado su juramento o promesa y hayan impulsado cientos de algaradas, siempre impregnadas de odio hacia lo español. Aunque los obispos catalanes, los Guardiolas y demás pretendan cambiar el panorama, lo cierto es que la Generalitat, el Parlament catalán, las Consellerias, incluida Interior, las Alcaldías de CUP, de PdCat, de JxSi, han elegido el camino de la rebeldía e, implícitamente, el del menosprecio a cualquier vía de diálogo dentro de la Ley. Todo aquel que, en estos días ha defendido la idoneidad, la procedencia, la legitimidad del referéndum ilegal no ha hecho sino cerrar las puertas a cualquier posibilidad de dialogo. Mal se puede dialogar con el delincuente, con el infractor de la ley, con el marginal de la norma. Y eso debieran saberlo tanto dentistas, como abades, como impresentables estibadores. Pero…, el sentimiento de nación que, se afirma, yace en todo catalán merece, al parecer, el aparcamiento de la ley aprobada por las Cortes soberanas. Con decir que la gente está primero y luego la ley, con decir que la norma está obsoleta, con decir que la parte debe dominar al todo, con decir que “mí ley” es suficiente, ya se coge impulso para arrinconar el Estado de Derecho, al grito de “democracia”. Pisotear la ley, para los “vermadors” de la legalidad, para los CUP, los Mes, los OCB, los ANC, los Podemos, los soberanistas, no tiene importancia como no la tuvo ni para Stalin, ni para Mussolini, ni para Hitler ni para Somoza. Incluso Nixon entendió que él, Presidente, estaba por encima de la Ley, y acabó llorando su ilegal conducta ante las cámaras de televisión. Sin embargo, ni Tarda, ni Gabriel, ni Forcadell llorarán de arrepentimiento; en su caso, lo harán de rabia al ver como su rencor hacia España y lo español, con su montaje, su ley de transitoriedad, su Hacienda catalana y demás, no han logrado su objetivo y sí producir una crispación social en toda España, con Cataluña a la cabeza. Seguro que seguirán enmarañando detenciones ordenadas por jueces, con presos políticos; detenciones por comisión de delito con presos por sus ideas; defensa del Estado de Derecho con ataques contra Cataluña; detenciones por infracciones de Ley con ataques a la libertad de expresión; acciones con arreglo a la Ley, con totalitarismo. Ellos, los radicales soberanistas, parece que no tienen obligación de reflexionar; eso es cuestión solamente de los no soberanistas, de los no radicales, de los españolistas, de los “otros”. Unos “otros” que están consintiendo vejaciones, insultos, destrozos, desprecios a todo lo español. Son así de quijotes esos “españoles”.

Pero, el odio seguirá ahí, y ni Guindos con su política fiscal, ni Montoro con su FLA, lo aplacarán. Habrá que regresar al antiguo “a la ley por la ley”. Y, quizás, seguir el ejemplo de Canadá, con una “Clarity Act”, mencionada genéricamente por Urkullu, pero sin referencia alguna a su contenido y requisitos. El Estado español debe adelantarse a cualquier movimiento soberanista, y dar un paso que no sólo coarte la iniciativa catalana, sino que permita dar una solución final al enfrentamiento desatado por los Puigdemont y demás independentistas. Sería avanzar en una oferta que no acalle a los independistas radicales, sino que dé voz a los nacionalistas con sentido común. Obviamente ello implicaría un paso atrás por parte de los gobernantes catalanes y sus confluencias, que, de no darse, demostraría que el fin perseguido, la independencia, convalida todos los medios. Quizás todo sea una utopía, pero el problema de los condados catalanes, viene de demasiado lejos para que, ahora, unos anti sistema, marxistas, estalinistas, bolcheviques — con el absurdo respaldo de un grupo de capellanes — obtengan beneficio de un referéndum parido por unos personajes que, todavía, consideran que la religión es el opio del pueblo. Es decir, el día después no puede traer el caos, sino un punto de serenidad, ejercida por ambas partes. Igual los abades consiguen que la Gabriel, el Junqueras, el Domenech y demás confluencias, sí reflexionen. Leer la constitución de Etiopia o de Saint Kitts and Nevis Islands igual les ayuda. Aunque, ninguna meditación creo que se produzca, pues, reconocido implícitamente su fracaso, le seguiría su inmediata purga política. Y eso no sería bueno para sus bolsillos.

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