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Miedo a contristar

Por Francisco Gilet
miércoles 02 de agosto de 2017, 02:00h

Posiblemente todo empezó con un “hablando se entiende la gente” entre dos personajes absolutamente inconciliables ideológicamente. Ninguno de los protagonistas de la frasecita está hoy en el candelero político. Uno, el dicente, abdicó de tanta presión mediática y salió en busca de una vida más placentera. El otro, el visitante, desapareció del mapa político sustituido por rostros y portes como la camiseta anuncio de la Anna Gabriel o la camisa de mangas arremangadas de Pablo Manuel. Ellos imponen, actualmente, su moda y sus modos, obteniendo como respuesta una sonrisa plácida y condescendiente. Ahí está la imagen de estos días pasados del Rey, Jefe del Estado que, ante la indumentaria del representante de la primera instancia de la Comunidad, el Presidente Baltasar Picornell, conocido por Balti, no ha podido por menos que dedicarle una de sus sonrisas más higiénicas. Osar preguntarse si el tal Balti se habría atrevido a conducirse con idéntica indumentaria y porte ante un renacido Azaña o un Negrin o un Largo Caballero, es caer en una curiosidad impertinente. Naturalmente que no; esa es la respuesta. Y la explicación, diáfana; para Balti el Rey es un ciudadano más, cual inquilino de una torre de Londres o un ocupa de una Bastilla. Y a ese sentimiento, la respuesta real es una sonrisa y un comentario más o menos chusco para dar a entender que “aquí no pasa nada”.

Pues al entender de propios y extraños, sí pasa. Pasa que los Balti, Iglesias, Monederos y demás colegas, se mofan de las instituciones, sea la Jefatura del Estado, sea el Congreso de los Diputados, sea el Senado, sea cualquier organismo público. Resulta curioso que para corresponder a la invitación a un acto oficial suela anunciarse la conveniencia de la prenda a utilizar, y sin embargo, para presentar sus respetos al Rey, o para comunicarle cual será su voto en una investidura, el jefe de la Casa Real, o a quién corresponda tales funciones, no le exija al visitante un mínimo de compostura en la vestimenta. Me pregunto si Iglesias o el Balti, con su estilo y guisa, habrían pisado moqueta en el presidencial Palacio del Eliseo francés o en el Quirinal italiano. O por el contrario, algún personaje de la casa les habría anunciado que, o se vestían con el decoro adecuado, o el Presidente tendría otros compromisos en su agenda. Pero, claro, es que en la Francia o Italia republicanas posiblemente no exista ese miedo a contristar que sí se da en nuestro país. En él, ningún jefe de protocolo de la Casa Real, ni en Zarzuela, ni en Marivent se ha atrevido a contrariar al Pablo Manuel o al camarada Balti reclamándole un mínimo decoro y, en su lugar, se le ha dado paso con sus wambas, su camiseta de footing, su americana estruendosa y todo el moño suelto. Lo dicho, no hay que contristar al personal, aunque éste luego hable de recuperar la dignidad en compañía de la represaliada Aurora Picornell. Y suma y sigue. Y el Rey, sonriente. No se trataba de contristar al Balti recordándole que en navidad pasada le había endosado que, su anfitrión, era el representante de un “podrido régimen monárquico”. Obviamente para el Balti la diplomacia es algo que nunca practicará; no tiene traje de etiqueta, ni sabiduría. Salomón, para él y los suyos fue un estúpido al pedirle a su Dios gnosis y no la dirección de un canal de televisión pública.

Tampoco había lugar a contristar sacando a relucir el ataque contra la placa conmemorativa, situada en el fondo de la catedral ibicenca, en la cual se pueden leer los nombres de todas las víctimas, militares, civiles y clérigos inocentes que habían sido detenidos durante las escasas cinco semanas en que las tropas del gobierno de la República controlaron Ibiza. Para los colegas del Balti, eso sí es digno y no puede ser motivo de queja alguna, ni muchísimo menos condena. Lo adecuado, cuando se trata de víctimas de las fuerzas republicanas es el silencio, la demolición o el spray. Y es que, en tales circunstancias, el recuperar la “dignidad de todas y todos” solicitada por el Balti, no incluye a ninguno que “no sea de los nuestros”. Mientras tanto, esos que “no son de los nuestros” vamos echando para adelante sin capacidad de respuesta contundente y osada, no sea cosa que nos llamen franquistas, fachas o, peor, homófobos. Y, con el miedo a contristar corriendo por nuestras vidas, contemplamos como el menosprecio de los “otros” nos asedia por todos los flancos. Nos hemos olvidado que la unión en el rebaño obliga al león a acostarse con hambre. Aunque, naturalmente, alguien debe haber que sea capaz de unir a ese rebaño. Y mientras se espera ese adalid, vemos como los Maillo, los Levy, los Catalá, comulgan con unas medidas contra la llamada violencia de género o machismo, tanto da, que establece, de entrada, que más de veinte millones de españoles son culpables sin más, por haber nacido hombres. No hay que contristar al personal con aquello de la “presunción de inocencia” o la “carga de la prueba”, dos principios jurídicos que deben ser propios del franquismo, según parece, dado que en el partido conservador, ese que Pedro Sánchez llama derecha, no quieren ni que se les mencionen. Eso sí, hay alguien que se atreve a contristar al personal, Maduro, con la sombra de Zapatero, mientras los Balti aplauden con las orejas.

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