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Aeropuerto, 50 euros a quién me lleve

Por Joana Maria Borrás
domingo 30 de julio de 2017, 10:29h

El pasado día 27 de julio fue un día caótico para los turistas y viajeros que tuvieron la mala suerte de tener que viajar y regresar a Barcelona sin haber previsto la huelga de los taxistas, Puedo asegurar, porque estaba allí, que la situación era además de caótica, tercermundista, aunque no lo niego: no estoy acostumbrada a que mi voluntad se vea condicionada por la necesidad de un simple desplazamiento para ir de un lugar a otro. La calma a la que estas Islas nos tienen acostumbrados nos juega malas pasadas en ocasiones porque tardamos mucho más que otros en procesar algo tan simple como que no hay ningún taxi disponible, que no habrá ninguno en todo el día, que el desplazamiento a pié es inviable dada la considerable distancia a recorrer, que los autobuses circulan con el cartel de completo y no se detienen en las paradas, que sus recorridos se alargan cada vez más debido a los atascos y que, en definitiva, quizás puedes llegar al aeropuerto a la hora prevista para la salida del vuelo o quizás no.

Es curioso además comprobar, que las personas, en situaciones límite, hacemos cosas de los más extrañas. Cosas ajenas a nosotros mismos y que no haríamos nunca en cualquier otra circunstancia. En la parada de autobús situada justo enfrente de la salida de los Juzgados, en la denominada “Ciudad de la Justicia”, tirados como colillas en un cenicero y entre otros muchos damnificados, coincidimos (y no me lo invento): una auxiliar de vuelo (tripulante de cabina creo que se llaman ahora), un abogado de Granada, un ingeniero industrial de Bilbao y yo misma. Dos de ellos llevaban una hora y media esperando un autobús que no llegaba y la tripulante de cabina llegaba tarde y su vuelo iba a tener que demorarse en despegar. Aceptando el hecho de que la situación era especial pasaron varias cosas que normalmente no hubieran ocurrido. En una situación de normalidad primero, hubiéramos viajado en taxi los cuatro, por separado y en la misma dirección; segundo, en el supuesto de haber coincidido esperando en la misma parada de autobús, los cuatro nos hubiéramos mirado, o no, de reojo,y poco más, sin cruzar ni una sola palabra.

La agónica situación no obstante cambio el curso de lo que tenía que ocurrir: los cuatro decidimos en primer lugar, intentar contratar un servicio privado de esos precisamente que han motivado la huelga de los taxistas. Treinta minutos de infructuosos intentos después, llegamos a la convicción de que era imposible contactar con ellos porque, o bien el servicio estaba colapsado por la avalancha de peticiones, o bien estaban en su casa atemorizados por la posibilidad de que apareciera algún piquete pro taxis. De repente, el Ingeniero industrial bilbaíno planteo una solución extrema ¿“ y si hacemos autoestop”? dijo, y le pagamos a alguien 50 euros para que nos lleve, por ejemplo…” . Nos miramos los cuatro en silencio, la auxiliar de vuelo maleta en ristre, el abogado de Granada con su americana, traje y corbata a 35 grados al sol, el Ingeniero bolígrafo y papel en mano, y yo cargando con el portátil y los expedientes, y no hizo falta contestar. En apenas un minuto el Ingeniero había escrito en letras grandes en un folio en blanco “ Aeropuerto. 50 Euros”, y un segundos después lo estaba aireando en plena acera llamando la atención de los conductores, que veían a un chico normal y corriente intentando pararles y llamar su atención y detrás de él, como en una película de Almodovar: una azafata, un abogado con traje y una abogada con ordenador, bolso y tacones.

Eramos cuatro desesperados entre cientos o miles, seguramente, aquel día. Garantizo que no paro nadie, pero nos reímos tanto que continuamos nuestro viaje juntos hasta el aeropuerto, cuando por fin llego el 46, el autobús rojo que llevábamos horas esperando. A partir de ahí sólo nos quedaban varias horas más de espera (otra huelga, esta vez del personal de seguridad de los controles del aeropuerto), hasta poder llegar por fin, cada uno a su destino.

Les dedico a mis compañeros de ese improvisado viaje este artículo.

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