Cristina Cifuentes, la presidenta de la Comunidad de Madrid, ha causado un cierto revuelo en los medios de comunicación y en las redes sociales, a cuenta de unas declaraciones en las que afirmaba que se quedaba en Madrid a trabajar en su despacho y que, aunque consideraba las vacaciones algo bueno para los trabajadores, pensaba que debían ser voluntarias.
La presidenta madrileña no aclaraba si no se iba de vacaciones ahora, en verano, porque las dejaba para más adelante, o porque renunciaba a ellas. Si se trata de la primera opción, que las tomará más adelante, sus palabras no son sino puro cinismo, puesto que va a quedarse en el despacho cuando menos trabajo va a tener, ya que todos sabemos que la administración pública prácticamente cierra en agosto. Si realmente renuncia a sus vacaciones, entonces sí será su elección voluntaria individual, respetable pero no un buen ejemplo.
La opinión más extendida entre neurofisiólogos, psiquiatras, psicólogos y sociólogos es la de que la desconexión durante un periodo de tiempo suficientemente largo de las vicisitudes y el estrés de la vida laboral y social ordinaria es muy recomendable, sino necesaria, para reequilibrar el cuerpo y la mente. Es como un reinicio de nuestros sistemas corporales y cerebrales. Y también es cada vez más mayoritaria la opinión de que lo mejor no es disfrutar de un solo periodo de un mes seguido al año, demasiado largo y demasiado tiempo hasta el siguiente, sino dividir las vacaciones anuales en dos, o mejor tres, periodos más cortos, repartidos a lo largo del año. No deberían, por tanto, ser voluntarias. Quien no se tome unos periodos de al menos ocho o diez días libres seguidos cada tres o cuatro meses, difícilmente tendrá un rendimiento profesional y laboral óptimo.
Por otro lado, aunque, por supuesto, no se ponga en cuestión, al menos en principio, el derecho a un periodo anual de un mes de vacaciones remuneradas, si fuera estrictamente voluntario podría generarse en determinados casos una presión sobre determinados trabajadores para que “voluntariamente” no dispusieran de la totalidad de los días de asueto remunerado a los que tienen derecho.
Así pues, la actitud y las declaraciones de la presidenta Cifuentes no parecen muy adecuadas para una persona que ocupa un cargo de tan alta responsabilidad pública, ni tampoco constituir un buen ejemplo social.
En cualquier caso, no pienso seguir el (mal) ejemplo de la presidenta madrileña y yo sí que me voy de vacaciones.