Así gritaba el magistrado en el Campo de Marte, dando por finalizada la elección de cónsul. Y con similar proclama — decidido — ha finalizado el congreso de PSOE de este fin de semana; ¡Apartaos!, dejad paso a Pedro Sánchez elegido como nuevo césar de la izquierda española por las centurias de la militancia socialista.
Con el anuncio del último voto del recuento, quedan en el aire proclamas, o soflamas, repletas de palabras pero absolutamente vacías de ideas. Nos hallamos, de nuevo, con el líder aupado desde el clientelismo hacia la nada intelectual más absoluta. Las palabras, se supone, deben reflejar no solamente pensamientos sino también sentimientos, y las pronunciadas en ese congreso están tan llenas de vacio como de inconsistencia y contradicción. De pronto, hemos pasado los españoles de contemplar aquella super bandera de España a la plurinacionalidad, pluriculturalidad, federalismo, auspiciado todo ello por un hombre que cree que detenta a la izquierda, pura y dura. La nación ya no es un sentimiento, como respondió al contrincante Patxi López, sino un cúmulo de sensaciones, una pluralidad de emociones cívicas, que se aúnan en un “abrazo” fraterno con todo aquel que puede cederle los votos para alcanzar su desesperado anhelo: la Moncloa.
Sin embargo, la cuestión comienza a complicarse cuando esa “nación de naciones” requiere de una explicación más o menos razonada. En tal instante surge la mediocridad en la cual se halla sumido el actual socialismo a lo Zapatero. La plurinacionalidad no es un sentimiento a la española sino a la bolivariana, a semejanza de la Bolivia de Morales con los aditamentos de la revolución a la venezolana, según dispuso el difunto Chaves. Ese es el ejemplo que pretende sigamos los españoles, retocando la Constitución si ello fuese necesario, con el reconocimiento de los “sentimientos cívicos, transversales, el amor por la tierra, la cultura y la lengua catalana” como principio de todo el proceso. Lo lamentable es que nadie, ni Sánchez ni el bobo solemne, ni la recién nacida número dos, Adriana Lastra, nos indica qué, cómo, cuándo y cuántas “naciones” tienen derecho a existir enmarcadas en esa “nación de naciones”. Bolivia, se dice, tiene “naciones” de 70 habitantes, e incluso “colectividades humanas” sin territorio definido. Es más, para ser “nación”, al estilo boliviano, es necesario gozar de existencia con anterioridad a la “invasión colonial española”. Y en este nuestro país la última invasión colonial la protagonizaron nuestros vecinos, los franceses de Napoleón, con la ayuda del peor rey Borbón de la historia y rechazada con la participación inestimable en el desfiladero del Bruch, entre otros muchos catalanes, de Isidre Lluçà i Casanoves, más conocido como “el timbaler del Bruc”.
En otras palabras, está purgando la historia a su conveniencia para establecer unos posibles lazos de unión y compadreo con los podemitas de Pablo Manuel Iglesias, delatando con ello que, a Sánchez y sus corifeos, España les importa en la medida en que sigue gobernada por los que ellos llaman la derecha, por Rajoy. Plurinacional, pluricultural, federalista, todo ello son palabras superadas por el exasperado deseo de “echar al PP” del poder. Ya no se trata para el socialismo sectario y radical imperante de ansiar gobernar sino de desahuciar a un PP que, mal que les pese, ha solucionado un grave problema, la crisis económica, y poco más. Sigue ahí el rechazado “matrimonio” entre homosexuales, el recurso sobre el aborto durmiendo el sueño — siete años — en los cajones en el TC, el problema catalán entre algodones, la educación en castellano impedida o aparcada en los colegios con otra lengua oficial, y, por encima de todo, la sensación cívica de ser gobernados con la firmeza y convicción de una idea de España como nación soberana en el más absoluto de los olvidos. Hasta Alfonso Guerra solicita esa firmeza con la aplicación, total o parcial, del art. 155 de la C. E. ante las afrentas del presidente Puigdemont y demás adláteres separatistas.
Y mientras unos siguen expectantes y simplemente discurseando ante los acontecimientos, Sánchez no aplica el consejo de JFK —Perdona a tus enemigos, pero nunca olvides sus nombres —, sino que al estilo bolchevique ha iniciado y finalizado la primera purga en su partido. No desea que se repitan primeros de Octubre, y por ello, cual César, se ha rodeado de fieles clientes, con un grano de sal, llamado Patxi López que nunca será Bruto, para sazonar una ejecutiva que no le tosa ni le replique lo más mínimo. Fuera de esa ejecutiva, en modo alguna paritaria, completamente adepta al renovado y fortalecido líder, la posible oposición está no solamente abatida, sino atemorizada ante posibles represalias por “felonías” anteriores. Le ven las orejas al lobo presidentes como Lambán, Puig, Díaz, y demás barones que optaron por otra opción diferente al vencedor. Cuidar la liturgia, el protocolo, las formas, ante algunas necesidades es suicida. Y es que, unos y otros, socialistas o podemitas o comunistas van a aunarse en un todo para volver a repetir la historia ya vivida. El “arderéis como en el 36” o rememoranzas del 14 de abril, no son una amenaza, sino sonoros expresión de deseos. En este punto, recordar a García Márquez no está fuera de lugar; “Volverán, la vergüenza tiene mala memoria”.