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Catar

martes 06 de junio de 2017, 06:00h

La noticia de que Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Egipto han roto relaciones diplomáticas con Catar, por la supuesta financiación de grupos terroristas islamistas por parte del emirato catarí, se produce en un contexto de escalada de atentados ligados a Estado Islámico en Europa, particularmente en el Reino Unido, paralela a la lenta pero inexorable pérdida de territorio del EI en Irak y Siria y a los pocos días del viaje de Trump a Oriente Medio, en el que firmó un enorme contrato de venta de armas a Arabia Saudí y exhortó a los mandatarios de los países árabes del golfo a combatir a los grupos terroristas, así como a quienes los financian.

Existen muy pocas dudas de que desde Catar se ha financiado a grupos terroristas, pero tampoco las hay de que también se ha hecho desde los países del golfo que ahora rompen relaciones con el emirato, como si fuera el único que ha apadrinado actividades de los yihadistas. Loretta Napoleoni, periodista italiana experta en cuestiones de terrorismo islamista y concretamente en su financiación, ha declarado que todos esos países han contribuido a la expansión del yihadismo y que romper con Catar no es sino un acto de propaganda cínica.

También hay que tener en cuenta que pretende servir de lavado de cara ante las críticas que en EE.UU. y el resto de Occidente ha suscitado el multimillonario contrato de venta de armas a los saudíes, que les va a permitir seguir con la brutal agresión a las milicias hutís del Yemen, chiís aliados de Irán, el gran enemigo regional de Arabia Saudí, que controlan gran parte del país, incluida la capital Saná.

Y en el caso de Egipto, al dictador Al-Sisi, que también padece en su territorio atentados terroristas, sobre todo contra la minoría cristiana copta, perpetrados por grupos afliados al EI procedentes de Libia, le interesa aparecer ante Occidente como garante contra la expansión de los islamistas, el mismo papel que ya desempeñó su antecesor Mubarak, otro dictador criminal que tenía la venia de los países occidentales.

Parece que entre todos han decidido convertir a Catar en cabeza de turco frente a la opinión pública occidental, un mero gesto de cara a la galería que no significará ningún cambio sustancial, ya que hace ya tiempo que los yihadistas se financian por sus propios medios, mediante la rapiña y el contrabando de las materias primas de los territorios que controlan, el tráfico de drogas y, sobre todo, de personas. Si Occidente quiere de verdad asfixiar económicamente al EI, debe dirigir sus esfuerzos hacia el desmantelamiento de las redes que secuestran y transportan refugiados e inmigrantes, desde las zonas de conflicto Asia y África hacia Europa. Ahí está ahora mismo, según los expertos, el verdadero negocio de los terroristas.

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