Cuántas veces habremos escuchado o leído que no hay que mezclar churras con merinas. En cuántas ocasiones nos vemos sobrepasados porque no vemos los límites o no somos capaces de separar ámbitos distintos, que poco o nada tiene que ver. Pasa en casa, en el trabajo, en todas partes. Cuando analizamos las cosas con perspectiva, sin aditivos innecesarios, nos resulta todo mucho más sencillo, mucho más fácil y más eficaz. No obstante, seguimos tropezando con la misma piedra, una y otra vez. Y esto ocurre hasta en los asuntos menos trascendentes, los de menor calado, los que tiene que ver con nuestras aficiones, nuestros gustos más personales, como los relacionados con el deporte.
Efectivamente, hace unos días, el F.C. Barcelona emitía una nota de prensa a través de la cual comunicaba que se adhería al Pacte Nacional pel Referèndum, la campaña de adhesiones para recoger el apoyo de instituciones, entidades, electos, y particulares, de dentro y de fuera de Cataluña, para la celebración de un referéndum sobre el futuro político de esta Comunidad Autónoma.
Vaya por delante que dicho comunicado no me sorprendió. Tampoco me indignó. Simplemente, me decepcionó. Ya saben que no ofende quien quiere, sino quien puede. Y no puede ofender quien da sobradas muestras de no tener ni idea de lo que tiene entre manos.
Verán, mi padre, siendo niño, acudió un buen día a un estadio de fútbol y descubrió a un jugador único e irrepetible, un tal Ladislao Kúbala, que lo convirtió al barcelonismo en el acto. Como mi padre, pero algo más tarde, tuve la oportunidad de crecer viendo jugar a este deporte a un tal Johan Cruyff, sin escuchar en mi casa una sola palabra sobre política ni sobre independentismo. Cuando jugaba el Barça, solo se hablaba del Barça. A principios de los años 90, tuve el privilegio de disfrutar del fenómeno denominado Dream Team mientras estudiaba en Madrid (huelga decir lo que pude recrearme a partir de esos mágicos momentos) Y qué decir del equipo del sextete, con jugadores cuyos nombres han quedado ya para siempre grabados en la historia del deporte de nuestro país, como los Xavi, Puyol, Iniesta, Piqué o el único e irrepetible Leo Messi.
Ahora resulta que toda esa historia del mayor club deportivo del mundo, la hace suya una junta directiva y decide, de forma unilateral y sin previa consulta con sus auténticos propietarios, los socios, apoyar en nombre de todos, una decisión que a todas luces sobrepasa lo deportivo y que nada tiene que ver con lo que pasa en un campo de fútbol, en una pista baloncesto, balonmano, hockey o fútbol sala. Ahí queda eso.
Algunos decían en redes sociales que veíen en este comunicado una actitud valiente por parte del club. En mi modesta opinión, más bien detecto cobardía de una junta directiva que ha optado por remar a favor de corriente en el concreto escenario que se dibuja en el conjunto de las instituciones de una Comunidad Autónoma que pierde por las formas muchas de las batallas que, de otro modo, debería ganar por el fondo.
No es mi intención entrar a valorar temas políticos, sociales o económicos que deben encontrar acomodo en otros foros y, quizás, en otros artículos de opinión. En este caso solo quiero mostrar mi decepción frente a la actuación de determinadas personas que forman parte de la junta directiva de un club deportivo que, ni me representan, ni me hacen sentir parte de un proyecto que, a la vista está, les viene muy grande.
Soy y seré culé. Me gusta el deporte y me siento muy orgulloso de representar valores que tienen que ver con el respeto al contrario, el compañerismo, formar equipo y saber ganar y perder. Y ni los miembros de esta directiva ni los simpatizantes de otros clubes van a cambiar esta realidad incontestable. Ahora bien, tras lo visto y leído en estos últimos días, también debe quedar claro que el Barça no es de unos pocos, no pertenece a nadie en particular y, por otra parte, es de todos. Por tanto, como aficionado y como socio del F.C. Barcelona, rogaría que nadie hable en mi nombre si no es para hacer más grande este club. Todo lo demás, de verdad, me sobra. Todo lo demás, pese a quien pese, es mezclar churras con merinas.