Vaso medio lleno, vaso medio vacío.
Las elecciones presidenciales francesas nos han dejado con un “uy” en el cuerpo.
Si bien la victoria de Macron es un respiro para quienes creemos en la continuidad de la Unión Europea, el notable ascenso de la ultraderecha xenófoba en quince lustros nos supone una idea de lo poco que pueden distraerse los defensores de las libertades públicas.
Después de hoy, toda vez que ha quedado en segunda posición un partido partidario de la salida de la UE en uno de sus estados fundadores, no cabe otra que los principales mandatarios de los que se consideran el núcleo duro europeo hagan una severa lectura de todos los errores por acción u omisión que nos han llevado a tal desafección entre los conciudadanos europeos.
No se pueden leer los resultados de las elecciones europeas en base al resultado obtenido este domingo, más que nada por haberse producido realmente un voto anti-Lepen antes que un voto pro-Macron.
La lectura tendría que hacerse, bajo mi punto de vista, de los resultados obtenidos hace quince días, en los que el Frente Popular de Marine Le Pen quedó a poquísimos puntos del primer puesto. Ya en marzo tuvimos un gran aviso en Holanda con el PPV de Geert Wilders, quien llevaba en su programa electoral la prohibición del Corán y el cobro de un impuesto a las mujeres que llevan hijab.
También quedó en segundo lugar.
En ambos casos, candidatos de corte liberal y europeísta como Macron y Mark Rutte se han impuesto frente a quienes nos quieren retrotraer ochenta años atrás.
Aún así, recordemos que Hitler no ganó las elecciones de 1930 (sextas elecciones de la República de Weimar), pero sólo dos años después -en las séptimas elecciones-, ya se alzó al primer puesto con más del 37% de los votos.
No se puede negar el alarmante ascenso de los partidos extremistas a día de hoy. Así pues, ahora veremos si se mueven fichas para que todo quede como está, o si no se hace nada para que todo cambie.