La inclusión en las directrices para la negociación del “brexit” de una frase que remite al acuerdo entre España y el Reino Unido la aplicación a Gibraltar de cualquier pacto entre la UE y el Reino Unido, una vez que los británicos hayan abandonado la Unión, ha provocado un auténtico seísmo diplomático, debido a la reacción intempestiva y desmesurada de algunas prominentes viejas glorias del ala ultraconservadora y ultranacionalista del partido conservador de la primera ministra Theresa May, así como de las autoridades gibraltareñas.
El anterior ministro español de asuntos exteriores García Margallo, también ultranacionalista, español en su caso, ya imaginó, al día siguiente del referéndum del “brexit”, un escenario en el que se abría la posibilidad de conseguir una cosoberanía sobre el peñón a fin de que Gibraltar pudiere seguir teniendo la consideración de territorio de la UE, lo que fue inmediatamente rechazado de plano tanto por los gibraltareños como por el gobierno británico.
La reaparición periódica del contencioso de Gibraltar resulta aburrida y anacrónica, con excesos verbales y desplantes por ambas partes, aunque hay que reconocer que en la polémica actual el exceso se ha producido en el lado británico. Las declaraciones del actual ministro español de exteriores, Alfonso Dastis, al respecto parecen ponderadas y mesuradas y también la del portavoz del gobierno de Londres.
La desmesura ha venido de la mano de las declaraciones de Michael Howard, miembro de la Cámara de los Lores, exministro en los gobiernos de Thatcher y Major y exlíder de los consevadores en la oposición y de Norman Tebbit, también miembro de la Cámara de los Lores y exministro de Margarer Thatcher. Howard ha llegado a afirmar que Londres no dudará en iniciar una guerra por Gibraltar como ya lo hizo por las Malvinas, olvidando que nadie del gobierno de España ha ni tan siquiera insinuado una invasión militar del peñón, como sí hizo la dictadura militar argentina en las Malvinas. Tal parecería que el intelecto del ilustre Lord Howard empieza a mostrar síntomas de senilidad.
Norman Tebbit ha sugerido a Theresa May que podría invitar a Londres a líderes del movimiento soberanista catalán e incluso llevar a la ONU una iniciativa favorable a la independencia catalana.
Incluso el siniestro Boris Johnson, adalid del “brexit” y actual ministro de exteriores del gobierno británico, ha añadido leña al fuego, aunque, eso sí, con unas declaraciones más comedidas que las de sus caducos correligionarios.
La preocupación de España, del Reino Unido y de la UE debería ser la de conseguir el mejor acuerdo posible que beneficie a la población española del campo de Gibraltar y a la británica de Gibraltar, que ya ha demostrado sobradamente su voluntad de seguir siendo ciudadanos británicos, voluntad que debe ser respetada por todas las partes.
Y los soberanistas catalanes, cuya causa considero legítima, harían bien en huir de verse involucrados en este pleito entre España y el Reino Unido y no olvidar que hace trescientos años la corona británica no hizo honor a sus compromisos y alianzas y dejó abandonados a Cataluña y a Mallorca e Ibiza en la Guerra de Sucesión tras el Tratado de Utrecht de 1713, precisamente a cambio de Gibraltar y Menorca, lo que condujo finalmente a las derrotas de 1714 y 1715 y los subsiguientes Decretos de Nueva Planta que abolieron los fueros y libertades de ambos territorios y los colocaron bajo la bota centralista y uniformadora de los Borbones.