El exsecretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ha anunciado su candidatura a las elecciones primarias para elegir al nuevo líder de los socialistas españoles. El hecho de que una mayoría de miembros del Comité Federal del partido le forzase a abandonar la secretaría general no ha hecho ninguna mella en él. Confiando en que el sistema de votación abierta con un afiliado, un voto, le beneficia, en la creencia de que los afiliados no están conformes con la abstención del PSOE en la investidura de Mariano Rajoy, eso le anima a presentar batalla ante Patxi López (el otro precandidato que ya ha anunciado su candidatura) y previsiblemente ante Susana Díaz, la líder de los socialistas andaluces que aún juega a la ambigüedad.
Nadie duda de la legitimidad de Sánchez para volver a optar a la secretaría general, pero desde luego no parece la persona idónea para volver a unir al PSOE en un proyecto de gobierno alternativo. Además, sus afines poco menos que acusan al resto de dirigentes del partido de ser del PP y de traicionar a su formación, lo que ahonda en la división que actualmente caracteriza al PSOE. Su negativa a facilitar la formación de un gobierno del PP y su caída del liderazgo socialista por ello, le granjea importantes apoyos entre la militancia. Pero nunca el PSOE se mostró tan dividido como bajo su mando y su discurso actual, lejos de reparar esos defectos, los agudiza. Es una lástima que no se dé cuenta de que su tiempo al frente del PSOE ya pasó y que los resultados electorales que cosechó, los peores de la historia del partido, no le avalan para intentar recuperar el gobierno del país.