Hollywood se rinde ante el musical de las estrellas
lunes 09 de enero de 2017, 07:06h
El exceso como titular que defina la gala de los Globos de Oro de la pasada noche. La apabullante victoria de ‘La la land’, o como se ha dado por llamar en España “La ciudad de las estrellas” (¿de verdad?) invita a una profunda reflexión sobre la deriva que está tomando el cine actual, fruto de la senda iniciada por la infame “Chicago” y seguida por la curiosa pero prescindible “The artist”. Sin descargar ningún tipo de ira sobre la flamante triunfadora de la noche que se hizo con los siete galardones a los que optaba, la devoción inflamada sobre la cinta habla bien a las claras de lo que supone el género musical en Hollywood. Es mas o menos como una nominación a Meryl Streep, una obviedad desprovista de toda duda; imaginar un musical notable que no se encuentre con la veleidad de la crítica es tan improbable como que vivamos un año más sin una victoria+pérdida de la gran Amy Adams. Así están las cosas. Dicho sea esto, el encumbramiento de Damien Chazelle es incuestionable, es difícil imaginar un currículum mejor a tan temprana edad. La madurez que demuestra en el desarrollo de la película es magnífico, consolidando las propuestas que ya dejó entrever en “Whiplash”. No se puede negar que estamos ante uno de los grandes cineastas líricos, si eso existe, de la nueva generación.
La habitual ecuanimidad de estos premios al dividir sus categorías entre comedia/musical y drama se vio alterada por el ejército de Atila liderado por Ryan Gosling y Emma Stone que no dejó crecer la hierba, y la victoria en el terreno del drama para “Moonlight” quedó del todo eclipsada. Tan solo la maravillosa Isabelle Huppert, a quien queremos mucho más en Europa que en los States, reveló la naturaleza inicua de estos premios, colocándola por encima de las favoritas Amy Adams y Natalie Portman como mejor actriz dramática. Junto a ella, Paul Verhoeven también salió premiado de Los Angeles, confirmando la redención de este holandés errante conocido por sus provocativos títulos “Instinto básico” y “Showgirls”.
El apartado televisivo dejó dos claros vencedores: la miniserie “The night manager”, un sobrio thriller muy british que se llevó todos los premios actorales a los que optaba, Olivia Colman, Hugh Laurie y Tom Hiddleston, cuya llegada a la palestra venía acompañada por la sintonía de James Bond, para adelantarnos por donde van a ir los tiros (lamentable su discurso de recogida del premio, parecía otra cosa este chico); y Donald Glover, creador y protagonista de “Atlanta”, la serie revelación del año para la prensa extranjera, que se hizo con el premio al mejor actor de drama y a la mejor serie dramática, todo un triunfo para este actor que apenas pasa la treintena. Rezagada quedó “El pueblo contra O.J. Simpson”, un serión de los pies a la cabeza que aun llevándose los premios a mejor actriz en miniseria para Sarah Paulson y mejor miniserie quedo un poco en tierra de nadie por la falta de acompañamiento de sus intérpretes masculinos.
En lo que respecta a la gala es imposible no destacar la alarmante falta de espontaneidad del niño bonito de los “late night” estadounidenses, Jimmy Fallon, que terminó de demostrar que lejos de un buen guión (aun escrito por él) es incapaz de liderar una maquinaria como esta. El incidente del prompter lo hubiese solucionado con más gracia cualquiera de los sospechosos habituales del ‘hosting’, ya hablemos de Neil Patrick Harris o el inefable Ricky Gervais, una ausencia esta última que queremos no atribuir a un intento de congraciarse, si puede decirse de esta forma, con el nuevo presidente del país más influyente del mundo. Al menos ahí estaba Meryl Streep para poner los puntos sobre las íes y, dentro de un discurso que dejó poco a la improvisación (una grande como ella nunca debería), convirtió la recogida de su premio en un alegato a favor de la libertad de prensa.
Como siempre, una gala más distendida que los Oscar, en la que tenemos la ocasión de ver cosas curiosas como ver a Hugh Laurie, el imperecedero Greg House, sorprendiéndose por su premio con un par de copitas de más de Moët Chandon. Parecía querer decir “¡a mí no me habían avisado!”.
Solo queda ver como responden los Oscar a esta lluvia de “estrellas” de una chica que busca la gloria y encuentra el amor de su vida, parte de la dicotomía eterna que envuelve el material del que se hacen los sueños.