La actual dirección del PSOE parece no ser consciente de la gravedad de la situación política, lo cual en un partido que aspira a gobernar es inexplicable. Los socialistas persisten en su negativa no solo a votar a favor de la investidura de Mariano Rajoy u optar por la abstención, sino que además se niegan siquiera a negociar con el Partido Popular, la fuerza más votada tanto en las elecciones del 20 de diciembre como en las del 26 de junio, pese a la oferta lanzada por el PP de formar una “gran coalición” con las fuerzas políticas con las que comparten la defensa del orden constitucional que dimana del pacto de 1978.
Los socialistas anteponen sus intereses políticos de partido a la gobernabilidad de España y parece no importarles que haya que ir a unas nuevas elecciones, lo que sería tremendo para el país pero sin duda también catastrófico para el PSOE, que va batiendo a cada convocatoria electoral sus peores resultados. Les guste o no, el PP es la fuerza más votada y debe gobernar. Lo razonable y sensato es que el PSOE evite una tercera convocatoria de elecciones y permita que el partido más votado gobierne en minoría. Para ello sería suficiente la abstención de un determinado número de diputados socialistas y eso haría que el Gobierno deje de estar en funciones y pueda hacer frente a sus obligaciones sin cortapisas.
Lo razonable es que el PSOE evite una tercera convocatoria de elecciones y permita que el partido más votado gobierne en minoría
A partir de ese momento el PSOE podrá hacer lo que le corresponde: ejercer el liderazgo de la oposición, que es para lo que la ciudadanía lo ha elegido. Como segunda fuerza más votada y dado que el partido del Gobierno no tendrá una mayoría sólida ni estable, los socialistas podrán ejercer su labor de control y también presentar propuestas en el Parlamento que obliguen al PP a cambiar el rumbo de su acción de Gobierno. Pero impedir la investidura de Mariano Rajoy es abocar al país a unas terceras elecciones, lo cual es absolutamente increíble y supone un fracaso colectivo y un descrédito general de la ciudadanía hacia los partidos políticos, ya severamente denostados en las encuestas del CIS.
El PSOE debe permitir que haya gobierno y ejercer su labor de oposición. Su rocosa posición de bloqueo -propia del Perro del Hortelano, que ni come ni deja comer- y su negativa a negociar con el PP le sitúan en una postura casi de formación antisistema y eso es algo que los socialistas no se pueden permitir, como bien señalan históricos dirigentes de la formación a los que Pedro Sánchez haría bien en atender.
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