No existe la cronicidad, existen pacientes que padecen trastornos crónicos y que precisan tratamientos indefinidos, hoy por hoy. Estos pacientes deben de adaptarse a sus enfermedades. Deben de ser amigos de “ellas”, ser “expertos en ellas”.
Nunca deben de autoestigmatizarse con el “yo soy diabético, soy hipertenso, soy depresivo “. Su identidad y su autoestima son mucho más que estar diabético o depresivo. No son crónicos. No se lo crean. Lo único crónico e indefinido es la muerte y nadie ha resucitado para contarnos de que va.
En la adaptación a un trastorno crónico es clave los aspectos ligados al estilo de vida, a gestionar los aspectos emocionales, la alimentación, el consumo de tóxicos, a cuidar el sueño, a construir un estrés positivo, a vínculos afectivos sólidos, a la actividad física regular, a tener una buena adherencia terapéutica a los fármacos, a hábitos saludables y a seguir la supervisión médica de forma periódica.
Siempre van bien estrategias de aceptación, de eliminar relaciones toxicas, a renunciar a la rumoropatia y a la quejorrea interpersonal. Nosotros los psiquiatras queremos que nuestros pacientes sean crónicos, el máximo tiempo posible. El sufrimiento psicológico lleva al cerebro al límite y el riesgo del crash y del crack siempre está ahí. No queremos que se autoagredan, que padezcan síndromes metabólicos, sobrepeso, enfermedades cardiovasculares, que fumen compulsivamente y que no controlen sus enfermedades físicas comorbidas que con frecuencia padecen. Queremos que sean aceptados, no marginados y que se reintegren a la vida laboral y social.
Ni son crónicos ni son clónicos. Tenemos que ser crónicos resilientes. Esa es la esperanza de todos. Todos si vivimos suficientemente estaremos crónicos de alguna enfermedad. Los que mueren pronto nunca llegaran a tener la suerte de ser crónicos de nada. El genoma y la vulnerabilidad genético biológica hoy por hoy no podemos cambiarla.
Pero si podemos actuar en el ambioma (menos cuando somos niños o estamos en máxima vulnerabilidad o indefensión) y en el epigenoma que hace que genes que heredamos en interacción con acontecimientos vitales, estrés crónico, adversidades, estilo de vida negativos, etc… se expresen y aparezca la enfermedad. La enfermedad siempre tiene un contexto y precisa de un relato que la integre en nuestro ciclo vital y en la forma en la que construimos nuestra vida. Muchas veces son un stop, un aviso o un experiencia tipo “ la caída de San Pablo del caballo”.
Una buena estrategia cuando se padece una enfermedad , sobre todo diabetes, ciertas enfermedades neurológicas o psiquiátricas cuyo objetivo es prevenir las recaídas, que no se compliquen o que no se sume a otras, son las terapias grupales de psicoeducación, abordajes multidisciplinares, enfoque biopsicosocial e integrarse en asociaciones de enfermos. Cuan necesarias son y que labor más fértil hacen, a veces con escasos recursos y apoyo desde la administración.
Muchas veces la “mal llamada cronicidad”, que es un diagnostico emergente y que ocupa el discurso en el atención sanitaria como debe de ser, tiene que ver más con la inadecuación e insuficiencia de los recursos que existen que con la propia enfermedad o con la corresponsabilidad del enfermo.
Al lado de un enfermo crónico siempre hay un acompañante que debe de adaptarse. Ciertas enfermedades tienen una dimensión personal, a los que se suma una dimensión familiar, interpersonal y social, tal como los círculos de una piedra en un estanque.
Nadie nos curara nunca de ser humanos. Bueno eso espero.
Objetivo tener calidad de vida en esta vida. Años a la vida si pero mejor vida a los años. Lo ancho versus lo largo.
Y ya saben: aun, aquí y ahora que estamos en derrota pero nunca en doma.