Qué bello es vivir
jueves 09 de junio de 2016, 06:00h
Hay determinados momentos en la vida en que uno acaba haciéndose esas preguntas tan importantes que, curiosamente, raras veces nos planteamos pues, por lo general, nos gusta sacar pecho aseverando que el día a día nos pasa por encima o que bastante tenemos con la lucha semana a semana como para pararnos a pensar o ponernos trascendentes. Pero no nos engañemos, es clave afrontar esas cuestiones que a todos nos asustan porque son la llave de nuestra felicidad.
Cuando nuestros hijos crecen y, de pronto, les miras y han transcurrido 7 y 10 años desde su nacimiento, algo sucede. Cuando alguien muy importante en nuestras vidas enferma, notas una sacudida dentro de ti que, para empezar, te descoloca. Cuando vives las desgracias de otras personas y empatizas, sientes que algo se escapa y que nada puede controlarse. Hay momentos en la vida en que te das cuenta de que estamos aquí de paso, que nada es eterno, que el tiempo no se detiene y que marcha inexorable a un ritmo que a todas luces nos parece excesivo.
Siendo esto así, lo que no debemos olvidar es que depende de nosotros el cómo administramos ese tiempo, esa maravillosa aventura que es la vida, que nadie sabe exactamente cómo empieza y por qué se acaba. Y ahí sí que jugamos nosotros. En ocasiones es fácil caer en el desánimo y pensar que todo está escrito y nada podemos hacer por cambiar las cosas. Pero no nos equivoquemos. Nuestra vida está en nuestras manos y debemos tratar de dejar nuestro legado, nuestro mensaje, sea el que sea, para que alguien recoja el testigo y siga la senda que hemos marcado y que otros nos han marcado a nosotros.
Una de las películas que más me han marcado como persona y no dejan de emocionarme cada vez que tengo la oportunidad de disfrutarla es “Qué bello es vivir”, de Frank Capra. Todo un clásico que transmite un mensaje alto y claro. Sin entrar ahora en una pormenorizada sinopsis del largometraje, basta recordar que el bueno de George Bailey (James Stewart) tiene la oportunidad de comprobar qué hubiera ocurrido con la vida de todos aquellos que le rodeaban si él no hubiera existido. Estremecedor contemplar sus reacciones cuando comprueba que cada pequeño esfuerzo, cada pequeño detalle, cada favor y cada sonrisa, marcó la vida de muchas personas, además de la suya. Es algo…mágico.
Algo parecido sucede con el denominado efecto mariposa, acuñado por el meteorólogo y matemático estadounidense Edward Lorenz, pionero en el desarrollo de la teoría del caso, quien planteó la idea de que, dadas unas condiciones iniciales de un determinado sistema, la más mínima variación en ellas puede provocar que el sistema evolucione en formas completamente diferentes. Dicho de una forma mucho más simple y, desde luego, mucho menos científica, digamos que un pequeño cambio puede generar en consecuencia un cambio enorme.
En definitiva, creo que todos debemos ser conscientes de que estamos aquí por algo y la vida consiste precisamente en la búsqueda de ese santo grial que no es otro que el propio sentido de nuestra existencia. Tenemos los medios y contamos con tiempo por delante, por lo que depende de nosotros encontrar aquello que es único para nosotros, lo que nos emociona, lo que nos enamora, lo que nos apasiona, lo que nos hace sentir…vivos.
Y no olvidemos lo más importante: en ese camino, todo lo que hacemos nos afecta y afecta a los demás, a quienes están junto a nosotros. Y si aplicamos el efecto mariposa, desde luego, llega hasta rincones que posiblemente nunca veamos influyendo sobre personas que jamás conozcamos. ¡Qué bella aventura! Con nuestros altibajos, con nuestras limitaciones, con nuestros puntos débiles, pero también con nuestras virtudes, con nuestra ganas, con toda nuestra fuerza y con la necesidad de compartir esa experiencia vital con los demás.
Nadie dijo que fuera fácil…pero está claro que merece la pena. En los buenos y en los malos momentos, en la salud y en la enfermedad, no tengo ninguna duda…qué bello es vivir.