Podría muy bien ser que Mariano Rajoy Brey fuera el último presidente de un gobierno español en democracia; y no precisamente porque se tenga que acabar la democracia, sino que lo que va a pasar, con gran certidumbre, es que nunca más volverá a haber ningún gobierno en España y, como consecuencia de este hecho real, mucho menos este gobierno inexistente será presidido por un presidente, si me permiten la aguda redundancia.
Sí, ya sé: es una verdadera lástima que el último ejemplar de presidente de gobierno español haya sido Rajoy; ustedes me dirán, y con razón, “ya podría haber sido otro un poco más competente”; pero, señores, hay lo que hay y antes se pilla a un embustero que a un cojo. Y ustedes volverán a intervenir para recriminarme la utilización de una frase hecha que no va ni en pintura en esta situación; y yo, lectores, les voy a tener que dar la razón. Pero, bueno, a lo que íbamos.
Sería magnífico que –puestos a dar por cerrada la plaza de presidente del gobierno español- pudiéramos enorgullecernos con un último superviviente de raza, alguien con capacidad de mando, con astucia, con agilidad mental, con tolerancia, con fama de dialogante y buen negociador, alguien, en fin, con un mínimo sentido de Estado. Pero no: no ha podido ser; qué se le va a hacer…
Porque, claro, todo esto viene a cuento ya que elecciones tras elecciones, años tras años, lustros y décadas tras lustros y décadas darán resultados prácticamente idénticos en todos los comicios celebrados. No, señores, no: en escaños, no se va a conseguir nunca jamás una simple mayoría simple. Ninguna posibilidad. O sea, que lo que acaecerá, con toda seguridad, repito, es que durante el período anual se irá dos veces a las urnas. Institucionalmente a esto se le llamará “elección semestral” y la comedia que antecederá a esta ceremonia y la que la concluirá será siempre calcada: precampaña electoral, campaña propiamente dicha, elecciones, constitución del Parlamento, un par de rondas de consultas del Rey a los representantes políticos para estudiar posibles investiduras, unas tres sesiones fallidas de investidura, última ronda de consultas del monarca, disolución del Congreso de los Diputados y promulgación del Decreto que convoca a nuevas elecciones.
Y yo les aseguro que este proceso va a tener más largura que la estancia en el purgatorio.