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Los referentes de la izquierda

viernes 18 de marzo de 2016, 10:37h
El sarampión de la cacareada ‘nueva política’ da los primeros signos de remisión. Los ciudadanos comienzan a percibir que algunos apóstoles de la revolución que todo lo cambiará no hacen sino repetir esquemas muy, pero que muy antiguos. Tanto, que a mucha gente se les habían olvidado. Juegan, por tanto, con la escasa memoria y, en ocasiones, formación de gran parte del personal.
Los últimos acontecimientos en el seno de Podemos nos retrotraen a lo más genuino de las purgas estalinistas. Beria, Malenkov y Molótov son los abuelos ideológicos de los coleteros. A veces, hasta me da la risa mientras me afeito escuchando la radio. El último guillotinado por Iglesias ha sido su secretario de organización, un tal Sergio Pascual, a quien ha fulminado, agradeciéndole los servicios prestados, por su ‘gestión deficiente’ de las crisis territoriales. Te quiero, pero me das asco, vaya. Pascual era del entorno del hasta ahora omnipresente Errejón, es decir, era miembro destacado del grupo de podemitas a los que en Madrid ya llaman los “errejes”.
El nuevo comunismo, me perdonarán, se parece demasiado al antiguo. De hecho, el problema de la izquierda es que sus referentes ideológicos no son capaces de rellenar de huevo la cáscara de la ‘nueva política’. Se trata de un mero eslogan publicitario, tan falso y hueco como el de que ‘Hacienda somos todos’, que diría la letrada Ripoll. La izquierda no posee ya referente presentable alguno.
Veamos los ejemplos reales, no imaginarios, de esta izquierda que presume de flamante y novedosa: En primer lugar, como no, el asesino seboso de Corea del Norte (a quien mal rayo le arranque las gónadas, si es que las conserva), cuya última proeza ha sido juzgar a un estudiante norteamericano de 21 años, amante del turismo exótico de riesgo, que tuvo la mala idea de intentar afanar como suvenir un cartel propagandístico que glosaba las virtudes del gordito. Hasta el propio ‘abogado’ del joven, si es que en ese manicomio colectivo existe alguno digno de ser llamado así, reconoció ante el ‘tribunal popular’ (ídem de ídem) que su cliente había cometido un delito gravísimo y que, sin duda, merecía la pena de muerte que el ‘fiscal popular’ le solicitaba, aunque, haciendo uso de sus magistrales dotes profesionales, imploraba le fuera permutada por una condena reeducadora a cadena perpetua. El tribunal fue aún más clemente que el defensor y ‘sólo’ le condenó a 15 años de trabajos forzados. Y este régimen de izquierdas no es un invento de la CIA, es bien real, aunque parezca una pesadilla fruto de una indigestión nocturna de alubias con chorizo.
Otro referente de la nueva izquierda es, sin duda, Lula da Silva y su sucesora, Dilma Roussef, que se han montado en el dólar al más puro estilo sudamericano, es decir, corrompiéndose hasta las trancas, como antes hizo la extrema derecha. La última maniobra de Roussef, nombrando ministro a Lula para evitar que sea perseguido por delitos de corrupción es, quién lo niega, la muestra más evidente de coherencia de esta nueva izquierda concebida sin pecado. De la argentina Cristina Kirchner qué voy a contarles, otra que tal. Ya casi hasta el régimen de Cuba me parece moderado, aunque obviamente no lo sea en absoluto. Al menos, sí que son más listos.
Y, como no, no podemos olvidar a la estrella entre todos los regímenes autoproclamados socialistas y redentores, la República Bolivariana de Venezuela. Maduro capitanea el segundo manicomio por orden de importancia en el ranking de la izquierda real –China no cuenta, juega en otra liga-, aunque los venezolanos comienzan a reaccionar a tantos años de palabrería y saqueo, gracias a Dios.
En definitiva, la izquierda no está en disposición de presentar ni un solo régimen socialista en todo el orbe que mejore la vida de sus ciudadanos sin cargarse a los disidentes –a veces, a cañonazos-, es decir, desde las premisas de la democracia y el respeto a los derechos humanos.
Por tanto, no es extraño que la socialdemocracia, a quien no meto desde luego en el mismo saco, busque el centro político y huya como la peste de estos salvadores de cartón piedra a quienes, sin embargo, es posible que necesite para formar gobierno en España. Ese puede ser, desde luego, nuestro drama.
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