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Una decisión acertada

martes 08 de marzo de 2016, 21:00h

La Universidad de Barcelona, la mejor de España según el ranking internacional de universidades, ha cancelado el máster en homeopatía que ofrecía como titulación propia. Cuando en octubre acabe el que se está impartiendo en estos momentos, será eliminado de su oferta académica.

Se trata de una decisión acertada, ya que las universidades son las depositarias de nuestros conocimientos, de nuestra sabiduría y, por tanto, no deberían acoger ni promover disciplinas pseudocientíficas, salvo en lo que se refiere a su estudio como fenómenos sociales o históricos.

La UB ha rectificado, rectificar es de sabios, la muy desafortunada decisión que tomó años atrás de ofrecer un máster en homeopatía. Otras universidades españolas ya habían cancelado con anterioridad cursos similares, como la de Córdoba, la de Sevilla y la de Zaragoza. Algunas aun persisten en el error, como la de Valencia y la de Educación a Distancia. Pero la iniciativa de la UB es especialmente relevante porque se trata de la más prestigiosa del país y la que tiene más repercusión internacional.

Es de esperar, y desear, que esta resolución mueva al resto de universidades que aún ofrecen y promocionan másters, cursos u otras actividades relacionadas con esta y otras zarandajas similares, a tomar la misma medida y erradicar de nuestro sistema educativo la insidiosa penetración que estas nefandas pseudociencias habían conseguido en las últimas décadas.

También el Colegio de Médicos de Barcelona ha cancelado los cursos de homeopatía que había venido ofreciendo desde hace unos años. Otra medida acertada que, igual que en el caso de las universidades, viene a rectificar, a corregir, una previa desacertada. El objetivo debe ser el cese total de cualquier oferta de formación oficial y reglada en pseudociencias por parte de todas las organizaciones implicadas en la salud y la asistencia sanitaria, ya sean académicas, profesionales, sindicales, hospitales, centros de salud, o cualesquiera otra.

No deja de ser llamativo, y deplorable, el seguimiento que tienen en nuestra sociedad determinadas prácticas basadas en la superstición, en pretendidos conocimientos arcanos ancestrales, en la creencia en la magia, en la existencia de supuestas fuerzas o entidades incorpóreas vehiculizadoras de energías cósmicas benéficas, o maléficas según el caso. Y es particularmente notable el pingüe negocio que muchos realizan a costa de la credulidad y la falta de criterio de tantas personas. Incluso individuos con responsabilidades del máximo nivel, en empresas y en la política, recurren a supuestos videntes, cartomantes y similares, en busca de consejo para la toma de decisiones importantes. Así le ha lucido el pelo a la humanidad. Nancy Reagan, que ha muerto estos días, consultaba videntes y astrólogos cuyas sugerencias influían en las decisiones de su esposo Ronald Reagan, tanto cuando fue gobernador de California como cuando fue presidente de Estados Unidos, el país más poderoso del mundo.

Pero si creer que la Tierra es plana, que el Sol gira alrededor de la Tierra, que el planeta está hueco, creer en el mito polar, o en los diversos tipos de magia, brujería y artes adivinatorias, ya sea el vudú, la nigromancia, la cartomancia, la quiromancia, la sialomancia, la adivinación por los posos del café o del té, o cualquier otro de los múltiples métodos que se han inventado para embaucar a incautos, solo perjudica al prestigio intelectual y al bolsillo de los insensatos papanatas que recurren a semejantes mamarrachadas, las mal denominadas terapias, o medicinas, alternativas, son, además, un riesgo para la salud pública, individual y colectiva.

Es por tanto muy importante que todas estas prácticas dejen de recibir cualquier tipo de apoyo por parte de las autoridades políticas, académicas y sanitarias y que pasen a ser severamente vigilados y controlados, para evitar peligros para la salud de los ciudadanos. Las dolencias leves se curan por sí solas y es indudable que el efecto placebo puede tener consecuencias beneficiosas, pero ninguna terapia homeopática, u otra alternativa, cura un cáncer, ni una tuberculosis, ni el SIDA, ni un lupus eritematoso sistémico, ni una leucemia, ni una insuficiencia renal.

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