La infanta Cristina tendrá que sentarte -innecesariamente alejada de su marido- en el banquillo de los acusados por el caso Nóos, en la que ha sido una de las estrategias más rocambolescas y equivocadas de la historia judicial reciente.
Gracias a dicha estrategia ya sabe el pueblo español que “Hacienda somos todos” salvo los que no lo son por motivos de rancio abolengo (o incalculable fortuna). Con este infame precedente que quedará para los anales parece inevitable pensar en un trato de favor soterrado durante el desarrollo del proceso. El pobre fiscal Horrach -quien según nos cuentan nuestros compañeros de Mallorca era hasta hace poco un profesional altamente reputado y con fama de imparcial- ha hipotecado su legado a esta causa y no parece que sea éste el momento de bajarse del burro.
No ha de estar muy contenta la hermana del rey cuando la maquinaria del Estado ha funcionado para evitar este momento que al final se ha tornado inevitable. Quizás (puede pensar) era mejor no hacer tanto ruido y recibir los tratos de favor como se ha hecho toda la vida, sin decir ni mu. Las ansias por limpiar una imagen desgastada (sólo así se explica que aún no haya renunciado a sus derechos dinásticos) pueden haber generado un efecto bumerán, pues los presupuestos tratos de favor (que oiga usted, a lo mejor no son tales y nunca los ha habido) serán más difíciles de enmarañar en una historia que está muy clara.