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Las gafas de Rajoy

jueves 17 de diciembre de 2015, 12:39h

Ayer en Pontevedra un joven de diecisiete años se situó junto al presidente del Gobierno y, esperando el momento justo, le dio una piña que le rompió las gafas.

De las muchas “trompadas”, políticas y de toda índole, que se ha llevado el popular en su dilatada carrera política, ésta es a todas luces innecesaria, pero también la más simbólica y la que puede ser más positiva para el presidente. El ‘Prestige’, “Luis, sé fuerte” o el accidente de helicóptero con Espe acaban de quedar en un segundo plano.

Nada justifica este ataque, que según el agresor, volvería a hacer. Así está la sociedad de hoy en día en España. Habrá muchos que aplaudan en la privacidad de sus casas el trompazo, y otros, que comprenderán por qué se ha hecho. La gran mayoría, lo reprobará y le dará una baza más al partido de las gaviotas para reafirmar su hoja de ruta en estos últimos días de campaña. Tristes estarán Sánchez, Rivera e Iglesias.

Las gafas rotas de Rajoy valen un puñado de votos, como se observaba casi a efecto inmediato en las terrazas de los bares, en los grupos de Whatsapp. A estas alturas de la película, cualquier giro de guión es bueno y puede que algunos en Génova ya estén relamiéndose. Si el inconsciente al que se le ocurrió tamaña estupidez pretendía ser símbolo de una revolución, un Antonio Recio de “La que se avecina” convertido en adalid del cambio (un centollazo hubiera sido más eficaz, y ganaría en comicidad), se ha equivocado sobradamente. Los tortazos se dan en las urnas y no en la calle. Al menos que el contrario esté prevenido. Así no.

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