En Tenerife, isla de la sede episcopal de la Diócesis Nivariense -que en estos días se siente doblemente en sede vacante- y sede de la capital de la provincia, estamos celebrando un congreso con ocasión del 25º aniversario de la creación del Centro de Orientación Familiar -un servicio de atención y orientación al matrimonio, la familia y la infancia-, bajo el título sugerente “Cultura del Encuentro y del Cuidado. 25 años de atención y orientación familiar”. Lo organiza el Instituto Superior de Teología con la colaboración estrecha de la Universidad de La Laguna.
Decir Cultura del Encuentro es recordar al Papa Francisco. La globalización de la indiferencia de la que en tantos lugares escribió y subrayó en tantos discursos, es enfrentada por la cultura del encuentro. El otro, el distinto a mí, el diferente, el que piensa y siente de otra manera, no puede ser objeto sino de encuentro. Y esa realidad dialógica y enriquecida por el asombro es la que genera una verdadera fraternidad universal. El cuidado de la Casa Común solo se logrará si quienes la habitamos somos capaces de encuentro.
El encuentro auténtico con otras personas, con la belleza, con la verdad y con los valores profundos, no es un mero suceso casual, sino una experiencia vital transformadora. Los encuentros nos abren a nuevas perspectivas, nos enriquecen interiormente y nos impulsan hacia nuestro pleno desarrollo como seres humanos.
El encuentro es fuente de energía y de alegría. Cuando el encuentro es genuino, nos revitaliza y nos llena de entusiasmo, motivándonos a crecer. El encuentro como ámbito de descubrimiento, ya que a través del encuentro con otros y con la realidad, descubrimos valores, posibilidades y un sentido más profundo de la vida. El encuentro nos ayuda a superar el individualismo; nos saca de nuestro ensimismamiento y nos conecta con los demás, fomentando la unidad y la solidaridad. El encuentro es el camino hacia la libertad creativa, porque al relacionarnos auténticamente, conquistamos una libertad más plena y desarrollamos nuestra capacidad de crear y transformar. El encuentro es la mayor experiencia estética y ética. La contemplación de la belleza y el encuentro con valores nos elevan y nos guían hacia una vida más plena y virtuosa.
Cultivar la capacidad de encuentro en sus diversas formas es esencial para un desarrollo personal auténtico y para alcanzar una vida plena de sentido. La calidad de nuestros encuentros y la búsqueda activamente aquellos que nos permitan crecer y florecer como personas es fundamental para construir una sociedad más sana, más justa y pacífica.
Este marco es fundamental para cualquier relación de ayuda sea sanitaria o de orientación. Siempre se trata de un encuentro entre personas, en la que ambas alcanzan un crecimiento personal. La ayuda se realiza siempre en un espacio de encuentro que es, por otra parte, un nivel de relación que supera cualquier forma de manipulación. La enfermedad y desdichas se dan en ese formato anómalo en el que entre personas nos tratamos como objetos. Y el trato interpersonal debe hacerse -permítaseme el simbolismo expresivo- descalzos, porque el otro es siempre lugar sagrado.
Lo que el Papa Francisco ha sembrado en el campo social, sin duda, florecerá. Está tan cargado de sentido común concreto y de experiencia humana, que ni la muerte detendrá su crecimiento. Dios no lo permitirá.