www.canariasdiario.com

El vuelo del Sábado Santo

Por Julio Fajardo Sánchez
domingo 20 de abril de 2025, 18:10h
Ayer estaba en el aeropuerto. Sentados frente a mí había un matrimonio joven con dos niños. Ellos tenían cara de sábado santo, pacientes, soportando la demora del avión, con la mirada perdida esperando al anuncio de la megafonía mientras los niños jugaban con un móvil, sin demasiado alboroto. A veces miraban a sus hijos y sonreían, pero de resto eran la imagen de la desconexión con el mundo de los afectos. Él llevaba las mochilas pequeñas sobre las rodillas, en una función de custodia familiar, y ella estiraba las piernas para mirarse unas botas Converse de color marrón, con la estrella solitaria de Texas. Tenía los ojos oblicuos, como los de las dolorosas. Me pareció vasca, una de esas mujeres fuertes que pintaba Zuloaga junto a los marineros que empujan las traineras.
Los minutos de la espera se hacen largos. Por fin llamaron al embarque y los perdí de vista. Delante de mi subió la tripulación de una línea nórdica, altos y rubios. Entre ellos algunos rostros raciales indicando que la globalización es el signo de nuestro tiempo a pesar del América otra vez grande. El comandante pidió disculpas por el retraso después de estar más de 10 minutos haciendo cola en la cabecera de despegue. El vuelo fue bueno sobre un mar de nubes en reposo y el fondo rojizo, casi anaranjado, de la puesta de sol. Esto tendría que desarmar a los terraplanistas, pero no lo hace. Siguen en sus trece, igual que tantos otros con los que se me hace imposible discutir. En un viaje estamos desarmados y se nos desnorta la mirada ante tanta advertencia, como si una catástrofe inminente estuviera a punto de caernos encima. Por eso el matrimonio estaba ignorándose, como si no existieran, y los niños jugaran sin importarles nada.
Todo lo que sucede a mi alrededor se parece mucho a esta escena del aeropuerto. La gente se sube sumisa al avión que los va a trasladar a otra parte y parecen conformes. Tienen a sus hijos cerca y los vigilan y cargan sus mochilas de colores y esperan a que se hagan grandes para sentirse felices porque la vida a pasado por ellos sin demasiados quebrantos. Anoche he descansado bien y esta mañana he leído los periódicos, como siempre. Algunas crónicas rezagadas sobre la muerte de Vargas Llosa. Aunque no quieran esto es señal de la importancia que le daban sus posibles detractores. Elvira Lindo dice que le habría gustado hacer vida normal, ir al cine y esas cosas, pero a Isabel no le gustaba salir, tenía que cuidar el aislamiento misterioso de su figura de Porcelanosa, como uno de esos Lladós cursis y estilizados inspirados por el Greco. El mundo se divide en dos y hay uno frívolo al que nunca le he encontrado el atractivo. Me hubiera gustado que Vargas Llosa escribiera sobre eso, pero o no tuvo tiempo o no quiso perderlo en tonterías. Siempre me pregunté qué hacía formando parte de esa tropa. Cuando se bajaron del avión, el matrimonio con los niños tenían otra cara. Ya era de noche y estábamos fuera de peligro, cada uno cerca de su destino.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios