Cada día tiene su afán era una frase que usaba Soraya Sáenz de Santamaría. Se asemeja al partido a partido de Simeone, ahora acuñado por Pedro Sánchez. Desde el panorama informativo significa que una noticia sustituye a la otra, y lo que ayer era de extremo interés hoy deja de serlo. Las noticias obedecen también a la ley de la oferta y la demanda, donde lo actual sustituye a lo obsoleto a una gran velocidad.
Lo de Rubiales es un globo que se desinfla por el que los medios de comunicación apostaron durante demasiado tiempo. La sentencia ha venido a poner punto final aunque nadie esté satisfecho con ella. El afectado anuncia que la recurrirá y los que reclamaban una condena ejemplar dicen que prácticamente se va de rositas con una multa de 20 euros diarios durante 18 meses. Hoy el director de La Vanguardia afirma que quizá se han extralimitado prestando mayor atención a un caso menos grave, cuando los verdaderos atentados contra la libertad de las mujeres solo tienen una reseña y, a veces, ni siquiera eso. En sus palabras hay una intención de disculpa que no sería tal si el señor Rubiales hubiera ingresado en prisión. Lo peor es que todo esto coincide con el asunto Monedero, que es un corolario del caso Errejón, donde se vislumbra un ajuste de cuentas entre la izquierda más a la izquierda, llena de puñaladas y traiciones en los últimos tiempo y yo diría que desde siempre, desde Trotski hasta nuestros días.
La prensa, igual que el Guadiana, entierra y resucita, anuncia y rectifica, y coloca el afán de cada día en una actualidad efímera que nace y muere en sí misma a conveniencia de quien fabrica los relatos. Nadie puede formarse una opinión consistente a riesgo de que tenga que cambiarla de inmediato, cuando el cornetín ordene media vuelta y digo se convierta en Diego. Espero que el papa se mejore y se acaben los rumores de cónclave. Dice un refrán que tanto va el cántaro a la fuente que al fin se rompe. Esto deben saberlo en las oficinas de información, pero me temo que lo que no sospechan es que lo que acabará rompiéndose es la paciencia de los que son engañados un día tras otro.
Hay quien dice que esto es un buen termómetro para medir la calidad democrática, pero la calidad democrática no debe basarse en la desconfianza y en la ausencia de fiabilidad. No podemos seguir creyendo que el afán de una jornada será enterrado y sustituido por el de la siguiente, porque entonces estaríamos en esa cantinela que nunca termina como la de José se llamaba el padre, Josefa la mujer, y tenían un hijo que se llama José se llamaba el padre… Cuando era pequeño me recitaban el verso siguiente: “Las once y media serían/ cuando sentí ruido en casa./Bajo al punto la escalera,/ saco del cinto mi espada./ Mas por ser cosa de risa/ voy a volver a contarla”.