El Real Decreto-ley 'ómnibus 2.0', aprobado por el Gobierno de coalición PSOE-Sumar, ha puesto de manifiesto la fragilidad de un Ejecutivo que, en su afán por sacar adelante sus medidas, ha debido ceder ante las exigencias de Junts per Catalunya, evidenciando así la extrema debilidad de un Ejecutivo que, mientras es capaz de pactar con la derecha independentista, muestra una incapacidad notable para alcanzar acuerdos –ni siquiera dialogar– con el Partido Popular.
La necesidad de apoyos parlamentarios con los que sustentar la legislatura ha llevado al Gobierno a realizar concesiones a formaciones independentistas que prometió reiteradamente nunca llegar a hacer. Cambió de opinión. La sumisión del PSOE a la derecha independentista catalana es humillante. Sobre todo porque su líder, Carles Puigdemont, tiene repetidamente dicho que su objetivo no es salvar al Gobierno, sino sus propios objetivos políticos, contrarios al interés de España y a la unidad nacional.
La incapacidad para llegar a acuerdos con el principal partido de la oposición y el grupo más numeroso en el Congreso y el Senado, el PP, contrasta con la disposición a ceder ante las demandas de formaciones independentistas. Esta estrategia política que prioriza la supervivencia parlamentaria sobre la búsqueda de consensos amplios que beneficien al conjunto de la ciudadanía, ha convertido al PSOE en una caricatura de lo que un día fue un partido político serio y responsable, que priorizaba el interés general al suyo propio.
Se constata que los ministros de Pedro Sánchez y él mismo pueden mentir sin el menor rubor, diciendo una cosa hoy y la contraria mañana
Hartos de decir que no se podía trocear el escudo social del Real Decreto-ley que el viernes pasado no logró ser convalidado en el Congreso, al ser rechazado por Junts, PP y Vox; hartos de decir que no se debatiría en el Congreso la moción de confianza, como exige Puigdemont, al ser una prerrogativa del presidente del Gobierno; finalmente el PSOE cambia de opinión y llega a un acuerdo con Junts que, lejos de ser una victoria política, pone de manifiesto su enorme debilidad y su infinita capacidad de tragar con todo en tal de seguir en el Gobierno.
Y por último, y no menos importante, se constata que los ministros de Pedro Sánchez y él mismo pueden mentir sin el menor rubor, diciendo una cosa hoy y la contraria mañana. Los mismos que sostenían que no se iba a trocear el escudo social, hoy defienden a ultranza el descuartizamiento que exigían los separatistas. Dilapidan su credibilidad que, siendo realistas, tampoco cotizaba demasiado. Un Consejo de mentirosos se reúne en Moncloa cada lunes, presidido por Pedro Sánchez.
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