El ómnibus fue un error. Esto dice Iván Redondo. Pero leyendo su columna de los lunes no sabemos bien quién se equivocó. Parece que la culpa fue de quienes lo votaron y no de quien lo llevó al parlamento. Podría haber dicho que no votar a la subida de las pensiones es ir en contra de los intereses de los ciudadanos, de la mayoría social, pero no es esto lo que afirma: se refiere al ómnibus, y el ómnibus, el formato de la votación, solo es responsabilidad del que lo propone. Se dice que al Gobierno no le queda otro remedio que hacerlo así porque así se lo exigen sus socios: Sumar, Podemos, Bildu y ERC. Lo del PNV y Junts se arregla de otra manera.
Esto es lo que Redondo llama las servidumbres del pluripartidismo y esto es lo que hay que entender. Por lo tanto, todo lo que se haga en defensa de esa unión sacrosanta estará bien hecho, y las acciones en contra serán intentos de demolición contrarios a los intereses más nobles de los ciudadanos. En resumen, el Gobierno está atrapado por las servidumbres a la mayoría inestable que lo sustenta y todos los ataques que ejerza la oposición son atentados contra la estabilidad del Estado. El problema estriba en que la oposición no es la que tumba los decretos y los presupuestos, sino solo una parte de ella, la que no se puede recuperar concediéndole entregas y sinecuras.
Pedro Sánchez ha dicho que buscará los votos debajo de las piedras, todo con la intención de dejar en evidencia a los malos. Lo que no dice es cuánto tendrá que pagar por levantar cada piedra para recuperar el voto. Todo es posible, pero los de Junts lo pondrán cada vez más caro. Especialmente cuando ven que se les excluye de la triada condenatoria que se opone a la circulación de los ómnibus cargados de decretos. Estas cosas importan poco después de que Sánchez se ha convertido en el héroe de Davos, el adalid de la democracia planetaria. Enfrente tiene a alguien que juega con aranceles, igual que haría Puigdemont para lograr sus objetivos. Petro no ha tardado 24 horas en doblegarse a su presión. Aquí la amenaza consiste en no asistir al incremento del presupuesto militar. Se dice que eso no se puede hacer si no tenemos presupuestos, y no creo que los socios buenos, los del auténtico eje del progresismo, estén dispuestos a votar a favor de la OTAN.
El panorama no es como lo pinta Iván Redondo, o no solo así. La cuestión se complica más a medida que profundizamos en ella. Aquí juegan muchos factores para evidenciar el deterioro. No es solo un ómnibus que descarrila para provocar un debate manipulado entre buenos y malos, como siempre. Es una posición desequilibrante en un mundo que se tambalea. Sobre todo el negarnos a pararnos a pensar por qué ocurren estas cosas. Somos un ejemplo más del desastre. El ómnibus ha sido un error. En eso estamos de acuerdo. Pero no de unos más que de otros como intenta establecer el exjefe de Gabinete de la Moncloa.
Si (
No(
