Lo fácil para desahogarse personalmente, dejar la tensión y salir tranquilo, siempre ha consistido, como costumbre reiterada, meterse o criticar al político de turno, al árbitro del partido o al cura de la parroquia. Es una tradición nacional, que se mantiene incólume por los tiempos.
Cuando pasa lo contrario, es decir, cuando se habla bien de un responsable público, enseguida salen los listillos de turno, sabedores de intríngulis que no existen, pero que ellos se inventan como verdaderos, para descalificar al que hace bien, reconociendo la verdad, de que cuando se realizan las cosas como se deben hacer, hay que valorarlas y decirlo públicamente, sin complejos y valentía.
Hay políticos cumplidores, no son perfectos, pero si eficientes, con sus fallos porque son personas, no lo olvidemos, pero también con aciertos. No voy a dar nombres concretos, por aquello de que después salgan con que uno es de ese partido político o de una ideología determinada, pero si doy fe que, aunque son la minoría, tenemos la esperanza de que existen los buenos.
¿Te ha parecido interesante esta noticia? Si (0) No(0)