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Odio o desprecio

Por Daniel Molini Dezotti
sábado 18 de enero de 2025, 10:18h

Es habitual, cada vez que escucho o leo informes terribles, que intente completarlos buscando más datos en otras fuentes, confirmarlos, ¿examinarlos?

Al final, el proceso concluye barruntando interiores propios, dándole vuelta a los sentires para encontrar una palabra, o dos, o una oración que resuma el estado que me ha generado la noticia, como si fuese un titular.

En el caso que voy a exponer, el nombre elegido fue odio, y una vez que di con él, comencé a redactar este texto con rabia.

Parecía inspirado por ese sentimiento y comencé a ver entre los párrafos que surgían letras de repulsa, resentimiento, hasta que me di cuenta de un error elemental.

No está bien odiar, verbo de antipatía magnificada hasta el infinito, que no conduce a nada positivo, inspirador de actitudes violentas, que hace desear lo peor al odiado y el final termina haciendo daño al propio odiador.

Necesitaba regresar a los aprendizajes, a la infancia, cuando se nos enseñaba a crecer para ser adultos de provecho, generadores de bondad y no de violencias.

Por eso, aunque me parecía seguir odiando, profundamente, decidí mutar mis sentimientos hacia el desprecio, eso sí, con tanta intensidad, que en algún punto de la definición se mezclaban ambos.

“La fortuna de Elon Musk alcanzó un máximo histórico de 348.000 millones de dólares. El patrimonio del hombre más rico del mundo ha aumentado unos 90.000 millones de dólares desde la victoria de Trump en las elecciones.”

Sé que es una ingenuidad personificar la maldad, asignarle una cara, un apellido, un capital, una profesión, etcétera, pero conocer la noticia agitó mis demonios, siempre medrando para convertirme en alguien peor.

“La estimación, basada en datos disponibles, de las 10 fortunas mayores del mundo es de 1.9 billones americanos de dólares, expresada en números: 1.900.000.000.000.”

¿Cómo espantar el reproche?, cuando esos números demenciales terminan, casi siempre, agregando ceros a la derecha. Por ejemplo, cuando un candidato tal gana las elecciones en un país cuál, o ante guerras, crisis, pandemias o lacras empobrecedoras, desastres que parecen aliados con las rentas y patrimonios solventes, porque son ellos los que venden, reconstruyen, “protegen”, entretienen o reciben indemnizaciones, mientras el resto de los 8.000 millones de empobrecidos se preguntan ¿cómo lo hacen?

“A finales del año 2024, la fortuna de las 2781 personas más ricas del mundo alcanzó la cifra de 14,200,000,000,000,000 de dólares.”

Sus millones han hecho mal, algunos mucho mal, a la salud, al medioambiente, al clima, a las democracias, a la paz, haciéndolos fuertes mientras otros se debilitaban, cada vez más grandes, más prepotentes, orgullosamente refractarios a las normas, representando la insolidaridad superlativa y una “generosidad” reprochable.

“El director general de Apple, Tim Cook, ha donado, a título personal, un millón de dólares para la ceremonia de investidura del nuevo mandato de Trump, la misma cantidad que han aportado Sam Altman (OpenAI) o Dara Khosrowshahi (Uber).

Sus balances se contraponen con otros balances, de los depauperados, haciendo que las asimetrías se confundan con las rebeldías.

“Si se sumasen los PBI de los 100 países más pobres del mundo, tales como Burundi, Malawi, Mozambique, Liberia, Níger, Madagascar, Yemen, Sierra Leona, Afganistán, República Centroafricana y 90 más como ellos, alcanzaríamos un total acumulado de 12.42 billones de dólares, que estaría por debajo de 13 billones de dólares, fortuna combinada de las 100 personas más ricas del mundo.

Siempre en movimiento alrededor de un eje de avaricia, sabiéndose poderosos y haciendo ostentación de ello, mostrando sus obscenos modos de vida, manipulando gobernantes, medios de comunicación, seres humanos, a los que enferman con necesidades sin importarles que no las necesiten.

Elon Musk, Jeff Bezos, Bernard Arnault, Mark Zuckerberg, Larry Ellison, Warren Buffett, Bill Gates, Larry Page, Sergey Brin, Steve Ballmer tienen tanto dinero como los de 346.000.000 de ciudadanos sin nombre de los 10 países más pobres del mundo.

Ceros a la derecha que nublan la vista, ceros a la izquierda que nublan la razón, mostrando fortunas groseras y pobrezas lamentables.

Sabemos que los malos deseos espantan la nobleza de quienes los cultivan, que no es bueno para nadie, ni siquiera para uno mismo, que perdonar es divino, que pensando bien se alcanza el bien, y proyectando el mal no se llega a ninguna parte.

Por eso, no les deseo el mal a esos ultrarricos que se limitaron a crear un algoritmo o especular para competir con Midas, simplemente que sean forzados a regresar a aquella posición ilusionada de cuando no eran nadie, y soñaban con ser mucho, antes de que les explotaran en la cara las expectativas superando todo lo imaginado.

Con eso consiguieron riqueza, poder, adueñarse de nuestras voluntades.

Pero también consolidar el peor negocio, que mucha gente común los ¿odie?, o como poco los desprecien. Sí, ya lo sé, eso muy poco, pero peor es nada.

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