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Becerro Galicano

Por Daniel Molini Dezotti
sábado 28 de diciembre de 2024, 11:03h

Hace unas semanas comentamos, en este mismo lugar, la inscripción de una placa señalando la casa donde vivió un buen señor, quien posibilitó que unos documentos pudieran seguir vivos, y, con el tiempo, pasar a construir un tesoro que mereció ser incluido en el catálogo del patrimonio que admira la humanidad.

Aquel homenaje, que todavía permanece en el “almacén” de Canarias Diario, es actualizado hoy, para seguir celebrando a la gente que merece lo mejor, como es el caso de don Teodoro Lejárraga.

Pude llegar a él tras un par de llamados al Ayuntamiento de San Millán de la Cogolla, y cuando estuvimos en contacto, me aproveché de su generosidad.

No tardó en responder a mis cuestiones sobre el prohombre que vivía en la casa que él ocupa, donde hace muchas décadas también funcionaba una panadería. Cuando le pregunté cómo había sido el proceso de la entrega al monasterio de la custodia que guardaba, me mandó una foto de un manuscrito, donde podía leerse lo siguiente.

“Fray Toribio Minguela de la Merced, Comisario y Procurador General de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de Agustinos Descalzos de las Islas Filipinas y su vicario provincial en España, he recibido de don Eusebio Hervías, vecino de este pueblo de San Millán de la Cogolla, el archivo perteneciente a la comunidad de Benedictinos, dueños del Monasterio sito en el mismo pueblo, archivo que a él le entregaron en depósito y qué en depósito ha tenido a bien entregarme.

Queda pues el referido archivo en este mismo Colegio a cargo del Superior que por tiempo fuere, pero con la obligación de que dada cualquier circunstancia que exija la mejor conservación del archivo sea devuelto desde luego al referido don Eusebio Hervías, o si hubiese, fallecido a su hijo político don Damián Aguirre, siempre que estos los reclamaran. Entre tanto, si los dichos don Eusebio y don Aguirre quisieran que algún individuo hubiese algún documento del citado archivo, el superior de esta casa lo facilitará.

Por verdad lo firmo y sello en este colegio de Agustinos Recoletos antes Monasterio de Benedictino de San Millán. A diecinueve de septiembre de mil ochocientos ochenta y cuatro.”

Don Teodoro Lajárraga no se limitó a eso, me siguió ilustrando con un artículo de su pluma, donde explicaba datos que no conocía, como por ejemplo que en el Monasterio de San Millán de Yuso hubo tres exclaustraciones monásticas, las de los franceses en el año 1,809, la que se produjo tras las Cortes Liberales de Cádiz en 1820 y por último la dictada por Mendizábal en 1835.

“Esta última fue la más lamentable, sobre todo por el peligro en que puso a la riquísima biblioteca y archivo de San Millán. En esos momentos, la actuación del monje benedictino asturiano fray Anselmo de Campomaneses fue decisiva. En espera de tiempos mejores confío todos los documentos que él guardaba a don Eusebio Hervías, vecino de esta villa de San Millán, donde desempeñaban las labores de labrador y panadero, y lo hizo con la esperanza de que con el tiempo pudiera volver a unirse la comunidad emilianense.

Se trataba de valiosos documentos de los siglos XI y XII, y entre ellos se encontraba el famosísimo Becerro Galicano, fechado en la segunda mitad del siglo XII, grueso tomo con doscientas cuarenta y seis hojas escritas a dos columnas, con letra clara y bella.

El monje benedictino confió estos documentos de palabra, sin mediar recibo alguno, pero cierto y seguro de que el buen Eusebio lo iba a conservar fidelísimamente hasta que volviesen los benedictinos u otra comunidad de monjes que garantizase su permanencia.”

¿Y por qué quería continuar con esta historia?, simplemente porque el Becerro Galicano, no solo los que participaron en su redacción, sino quienes lo estudiaron a posteriori, me impactó, entre otras cosas porque, a pesar de tener tanto valor y de ser tan importante, nunca había escuchado hablar de él hasta que lo vi por primera vez, hace nada.

Se trata, según decires de los que saben, de un cartulario monástico, como se llaman los registros de documentos de un monasterio, alrededor de 750 documentos, que abarcan varios siglos, proporcionando informes sobre la vida económica, social y política de la España cristiana durante la Alta Edad Media.

Aprendí que están encuadernados en cuero, sin que fuese la piel del becerro la que regalase el nombre, sino que así se llamaban los textos religiosos en la edad media, y galicano porque su letra se utilizaba en la Galia Romana. Sus folios, conservados de manera excepcional, son enormes, de 400 mm por 260 mm y fueron estudiados hasta el agotamiento. Y justo con eso quería concluir el año, resaltando a las personas que se ocuparon de desentrañar los misterios que contiene, para entender el pasado y permitir un mejor futuro.

Páginas y páginas repletas de estudios, conclusiones, ponencias, como, por ejemplo, 226 dedicadas al índice de lemas antroponímicos, comenzando en Abattius de Arbigano, un donante de Salcedo hacia 1031, hasta Zorraquina de Cirauqui.

También un índice de lemas toponímicos, igual de extenso, y todas las referencias bibliográficas, de una complejidad desmesurada.

Pues eso quería destacar, para que no nos deprima el presente, muy parecido al ayer, mientras unos peleaban, mataban, robaban, malquerían, otros se ocupaban de interpretar, guarecer, desentrañar.

¡Vivan los segundos, aunque nunca los lleguemos a conocer!

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