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Toc, toc: ¿está la Navidad en casa?

Por José Luis Azzollini García
lunes 16 de diciembre de 2024, 11:11h

A lo bobo, a lo bobo, nos hemos plantado en las puertas de la mismísima Navidad. Parece que fue ayer, cuando nos disponíamos a comprar los polvorones y a tenerlo todo listo para la llegada de nuestros familiares que por una razón o por otra, estaban residiendo fuera de casa. Los seres queridos que ya se nos han ido, vuelven a entrar en nuestro círculo a través de gratos recuerdos. Mamá siempre por estas fechas nos hacía una ensaladilla cuya receta aprendió en su Venezuela del alma -para ella, Venezuela, nunca fue un territorio hostil- entre los ingredientes estaban la gallina, la mostaza y el resto de componentes propios de este exquisito plato. Esa era la guarnición para acompañar al cabrito que normalmente ponía en la mesa en esas fechas. La madre de mi mujer, también nos visita en estas fechas, a través del recuerdo que nos aporta uno de los platos que desde que formamos pareja no falta en estas fechas tan señaladas: la sopa de picadillo. Un sencillo plato pero que para nuestra familia es una sopa que además de pollo, fideos, huevos duros y tropezones de pan tostado, también nos retrotrae al cariño que emanaba del corazón de aquella mujer que tanto quería a toda su familia. Como buena palmera, ese amor se acrecentaba como allí saben demostrar.

Hasta en la propia televisión se palpa por estar fechas, -es cierto que cada vez menos-, ese sentido de emotividad que desprenden estas fechas navideñas. Metros y metros de cinta cinematográfica en la que no puede faltar “Cuentos de Navidad” de Charles Dickens. Se nos suele presentar de varias formas, pues los años pasan y hay que acomodarse a ese devenir de los tiempos. En cualquier caso, en ese cuento se nos relata el antes y el después de la visita del espíritu de la Navidad. Obviamente con final feliz. En esta época del año, todo termina con final feliz. ¿Todo?

No siempre la vida, incluso siendo fechas para ello, nos sonríe. No hay más que pensar en la suerte que han corrido nuestros compatriotas de Valencia, para darse de bruces con la cruel realidad. Hay casos en los que la vida da un revés tan grande que consigue que hasta a Charles Dickens le hubiera costado re-escribir su libro. Muchas familias españolas de aquella parte del país, tendrán una Navidad bastante atípica, por llamarla de una manera menos agresiva. La naturaleza se ha mostrado de una forma devastadora con el pueblo valenciano. Y las autoridades del Estado, entiéndase Nación y Autonomía, no han sabido estar donde se debiera de la forma más adecuada. Es más, No han sabido ejercer su trabajo. Sí, esos puestos que han de defenderse con rigor y servicio a la ciudadanía. En el caso del autor del libro que he mencionado, les mandaría los tres fantasmas para hacerles ver la realidad de lo que prometieron al tomar posesión de sus respectivos sueldos y dietas. El primero en llegar, obviamente sería el del pasado. Cada uno de ellos se vería retratado prometiendo y prometiendo, hasta meter (…). El espectro del presente, les traería imágenes de desolación, muerte, dejadez, ira e inoperancia política. El del futuro seguramente, aunque el autor hubiera previsto la reacción aprobada para reconducir el “andar de la perrita”, las imágenes que saldrían sería las de señores y señoras políticas, haciendo más de lo mismo. Y, es que en el submundo de la política, como ya se sabe y se empeñan en no corregir, siempre se seguirá haciendo lo mismo: mentir y mirar para los intereses de ellos mismos.

La realidad del día a día, se escribe fuera de los libros de cuentos. El regreso de los seres queridos desde otros puntos del globo terráqueo, es uno de esos momentos que cada año nos deja con el lacrimal casi seco. Nos guardamos algo, para el día de la irremediable partida.

La compra de los turrones y la colocación del portal de Belén y el arbolito -hay que estar en todos los frentes- es otro instante que también nos visita en estas fechas. El sacar todos los adornos de las cajas en las que han permanecido guardados, da para muchos recuerdos vividos en las mismas fechas pero del pasado. ¡Éramos más en la familia! También se les recordará cuando vayamos sacando las piezas de la cajita mágica. –Mira este angelito lo compró tu abuela. – Estas bolas ya les faltan brillo, pero es que me las regaló tu tía que ya nos dejó. Y así con cada una de las cosas que vamos redescubriendo.

Los regalos propios de estas fechas nos ocuparán otra gran parte de nuestro tiempo navideño. La lista ya está preparada siguiendo el ritual de la carta a los Reyes Magos, pero siempre hay que dejar alguna sorpresita debajo del árbol. El resto del tiempo navideño nos invitará a compartirlo con nuestros semejantes en esos paseos por las calles. ¡Qué bonitas están!

Desde luego que cada rincón de nuestro territorio patrio estará engalanado para recibir la alegría que supone la conmemoración del nacimiento de nuestro redentor… ¡Vale!, eso está bien como letra de villancicos, pero la realidad es mucho más práctica. La cosa ya, desde hace mucho tiempo, no va de recordar la propia razón de ser de estas fiestas. ¡Qué va! Ahora, se está en posiciones más mundanas. San Márquetin se ha impuesto y ahora nuestros gestores políticos andan ocupados en crear el ambiente más propicio para que la economía doméstica se mueva al mismo ritmo al que se encienden las mil, dos mil o trescientas mil lamparitas de los adornos navideños públicos.

Y, como en esto de competir, los líderes políticos son unos “fieras”, pues ya han dispuesto sus afilados colmillos y garras, disponiéndose a luchar por ocupar lo más alto del pódium de la iluminación navideña. El pistoletazo de partida lo dio hace ya algún tiempo el alcalde del PSOE de Vigo, creando el árbol de Navidad más grande que pudiera verse en nuestra geografía. Cada año ha ido superándose y declarando a quien le prestara atención, que para el año siguiente aún se esmeraría más. Naturalmente la prensa siempre le ha seguido el juego y el momento de su encendido ha ocupado el correspondiente espacio en las cadenas de televisión. Este año, debe ser que los técnicos le aconsejaban no seguir creciendo en altura y el hombre, que desea pasar a la historia por lo que siembra en la Navidad, ha decido plantar no uno, ni siquiera dos árboles gigantes. Ahora creo que ha sido un bosque entero de estas estructuras metálicas con bombillas led a las que se empeña en llamar árboles de Navidad. Gracias Señor Caballero por usar las de bajo consumo y gracias, espero y deseo que haya dado Usted motivos, por alcanzar el objetivo en las necesidades reales de la población a la que se debe.

Pero lo del alcalde de Vigo no es un caso aislado, en la ciudad de La Laguna, ya desde hace algunos años, se invierte en luces y magníficos adornos de todo tipo para atraer a visitantes cargados de dinero para gastar en su red de tiendas. Naturalmente, el alcalde de nuestra co-Capital canaria, no se iba a quedar a la saga y ya no solo ha aumentado el nivel de adornos navideños, sino que ha envidado con un “y yo más” y se ha traído a algunos artistas para celebrar “no sé qué” apertura de “un algo importante” Solo espero que esas inversiones artísticas se haya pagado con dinero del tipo “led”.

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