Odiseo le clava una estaca incandescente a Polifemo en el único ojo que posee. Odiseo, protegido por Atenea, pasa por ser un hombre muy astuto; por eso le dice al cíclope que se llama Nadie, y cuando a éste le preguntan sus compañeros quién lo ha dejado ciego, le da ese nombre y no le hacen caso. Polifemo, aparte de enorme, debería ser tonto. En el fondo era un abusador y un prepotente que es vencido por la astucia del pequeño. Hay que tener en cuenta que antes se ha comido vivos a algunos de los que acompañaban al rey de Ítaca. Igual ocurre con David, que derriba al gigante Goliat de una pedrada, y que funda una casa real en Israel de la que vendrá más tarde el mesías. Todo esto tiene que ver con la acción heroica en la que el chico vence al grande, contenida en el himno a la lucha canaria, con el permiso del Pollito, de Barbuzano, de Ojeda, del Faro de Maspalomas, de Babache y de tantos otros que reducen la hazaña de los pequeños a una excepcionalidad. Sin embargo, la simpatía siempre está de parte de perdedor que a veces gana.
En los conflictos internacionales suele ocurrir de esa manera y la gente se pone del lado de las víctimas y desea ver caer a los gigantes enredados por las mañas de los pequeños. Está en la historia del mundo, en los mitos y en los libros sagrados y no podemos evitar que sea así, a pesar de que el sitio que más caliente está en el lado de los grandes y poderosos. Por eso Zelenski cae bien a todo el mundo, vestido de caqui agredido, independientemente de que Putin sea un abusador. Hubo un tiempo en que los abusadores eran los que hoy apoyan al ucraniano, pero eso no tiene nada que ver; todo es relativo y el planeta gira sin que tengamos previsión de lo que va a ocurrir.
Es el mundo de arriba y abajo, que se alterna, por medio de revoluciones fracasadas, con el de abajo y arriba, como si se tratara de las variaciones de un coito. En esta ruleta la bola cae indistintamente en el rojo o en el negro, estableciendo una alternancia de sustituciones sucesivas que constituyen la normalidad en el comportamiento de la ciencia del gana pierde, o del pierde gana, que es la misma cosa. En medio de esta lucha siempre hay daños colaterales que afectan a quienes nada tienen que ver, como la señora de la guerra de Gila. La humanidad está llena de gente intermedia, que no es ni alta ni baja, que nada tiene que ver con estas diferencias palpables que obligan a las víctimas a reinventarse ante sus victimarios, con lo cual los Davides bíblicos, los Odiseos míticos y los Angelitos de la lucha canaria pasan a ser meras anécdotas para rellenar el libro de las hazañas. También hay muchos bajitos y muchos armarios de dos puertas que tienen el corazón endeble y son capaces de llorar ante una flor, como Charlot o el monstruo de Frankenstein.
Por todo esto recomiendo que no se detengan a mirar lo que pasa en las alegorías que alimentan a las reivindicaciones tradicionales. Las cosas, normalmente, se resuelven de otra manera. No a gusto de todos, pero sí de otra manera.