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Pidiendo a gritos

Por Julio Fajardo Sánchez
jueves 05 de diciembre de 2024, 12:18h

La política presenta los mismos problemas en todo el mundo. Ocurren cosas en Corea, en Francia y en España que así lo demuestran. El problema es que surgen cambios, urgencias y agendas que no son capaces de unir a las ideologías y a los países, demostrando que lo que se da por cierto, unánime e inevitable no lo es tanto. El Gobierno de Barnier ha sido censurado con la suma de los votos de Marine Le Pen y de Mélenchon haciendo ver que las barreras que separan a los extremos son permeables. Dice Ayuso que cuando Sánchez parece estar contra las cuerdas viene Vox a salvarlo, pero es que Vox consigue sus votos en el caladero del PP, y, aunque los uniformen aparentando ser la misma cosa, no lo son.

La política real es un conglomerado de intereses, de bajezas y de chantajes donde cada uno va a sacar la mejor tajada que pueda en una pelea de todos contra todos. Ahora Vox deja al PP sin presupuestos en las comunidades donde sus votos son necesarios, con lo que se viene a demostrar que los bloques no existen, que todo es una cuestión de oportunidades en la que cada uno pretende sacar la mejor tajada y dar satisfacción a su conveniencia. Claro que unos presupuestos podrían aprobarse acordándolo los dos grandes partidos, tanto a nivel nacional como autonómico, pero los dos grandes partidos no están por la labor y prefieren mantener el enfrentamiento a ultranza del que esperan obtener algún rédito.

Como ha quedado demostrado, la mitad del mundo cree en las bondades de un bloque y la otra mitad lo condena como si fuera el demonio. De la misma forma que una parte cree en que el cambio climático es responsabilidad del hombre y la otra es negacionista. Cuando se trata de dinero no todos están dispuestos a gastarlo, como se ha visto en la cumbre de Azerbaiyán. La cuestión está en sobrevivir con estas cosas sin darnos cuenta de que una estabilidad precaria nos hace vivir una vida de precariedad. Ricardo III dijo que entregaba su reino si le daban un caballo. Era la única forma que tenía de escapar, tener un caballo a mano. Un rey sin un caballo no es nada. Javier Marías ha aprovechado frases de esta obra de Shakespeare para poner título a sus novelas: “Corazón tan blanco”. “Negra espalda del tiempo”, “Después de la batalla piensa en mí”. A veces hay que pedir un caballo prestado para salvarse, para salvarnos todos, y no pasa nada por hacerlo.

En Corea peligra un gobierno por un bolso, en Francia se descabalga a otro por no atender adecuadamente a los jubilados en los presupuestos, intentando aprobarlos por decreto, y en España peligran las cuentas porque estas se han convertido en la clave para ejercer la extorsión. Siempre tratando de aislar a la mitad de los españoles frente a la otra mitad, a pesar de que esto suponga la ruina de todos. A veces se usan las pinzas para obtener la victoria de un día, aunque esto suponga el hundimiento del conjunto de la ciudadanía. No importa, todos como borregos, detrás del simpecado, sacándose virtudes necesarias debajo de la manga y llevándonos al límite de nuestras posibilidades de resistirlo.

Hoy estoy pesimista porque esta situación no puede desembocar en nada bueno. Menos mal que tengo la esperanza de que en Alemania vuelvan al gran pacto, como en la época de Merkel. De momento, la Comisión parece integradora, donde caben Teresa Ribera junto con representantes de Meloni y de Orban. Allí parece que lo tienen más claro que nosotros.

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