Hace más de un mes, concretamente el día 16 de octubre, una sobrina que vive en Londres me comprometió, sin querer o queriendo, a una acción, y al saberme comprometido, hice lo único que aprendí a hacer muchos años atrás: olvidarme.
“Buenos días, tío, mi amiga Marta Matos debuta como actriz protagonista en una obra de teatro. A mí me encantaría ir a apoyarla, pero por razones obvias no voy a poder ir. Te paso el enlace por si quieren o pueden ir en noviembre.”
El vínculo conducía a “Tickety.es”, donde se especificaba que el día viernes 15 de noviembre de 2024, a las 20 horas, en el Espacio Cultural Cine Viejo de Candelaria, Avenida Condes de Santa María de Abona, 2, se representaría la obra de teatro “Descalzos por el parque”, con la dirección de Goyo Bonilla y Wame Guiérrez.
Me llamó la atención el título, porque yo recordaba una película, inspirada en un texto de Neil Simon, llamada en Argentina “Descalzos en el parque”. No me pareció trascendental que una proposición me fuese a recordar lo que estaba dispuesto a olvidar.
Como me he doctorado en respuestas “adecuadas”, le respondí que se lo comentaría a una amiga, que la obra era muy buena, que la había visto en el cine, y que me constaba que en Broadway había sido representada muchos años.
Concluí el mensaje con la típica certificación incapaz de dar ninguna fe: "Creo que vamos a ir con mi amiga, muchas gracias por la invitación."
Como me pudo la curiosidad, pulsé un botoncito rojo de la pantalla del teléfono que proponía: "Asistir." En el acto se abrió un canal de pago donde constaba el precio de la entrada, ¡1 euro! Para quien quisiera o pudiera, se aceptaba una donación destinada a los damnificados por la Dana de Valencia.
Me pareció un gesto noble de la Compañía “Sucédete Teatro” que participaba, creí entender, en la “Muestra de los Colectivos de Teatro de Candelaria.”
Cumplimentadas las reglas de etiqueta, me entregué a las rutinas, las mismas que consiguen hora tras hora, preocupación tras preocupación, noticia tras noticia, trasladar a un segundo plano, convocatorias atractivas.
Y sucedió lo que estaba previsto. Al llegar el día señalado, con los compromisos escondidos entre neuronas y corcho, recibí un llamado perentorio.
Era el padre de mi sobrina, reclamando que su hija, insistente, preguntaba si iríamos. Pues sí, pues no, que mi amiga tenía un curso, pues nada....me pasaría a recoger a las 19:15.
Con entusiasmo relativo nos fuimos a Candelaria, accedimos al teatro a través de unas puertas rojas, donde dos jóvenes amables, nos regalaron el programa de mano de la comedia.
Me gustó leerlo:“Corie y Paul, una peculiar pareja de recién casados, alquilan un pequeño piso en Nueva York. Paul es un joven abogado, irónico y cerebral, Corie, vital, apasionada, y un poquito manipuladora. Su conservadora madre, Ethel, se empeña en convencerse de que ya no es tan joven. Es entonces cuando entra en escena Velasco, el vecino del ático, un aventurero don Juan, ya en horas bajas. Menos mal que está el técnico de telefonía para poner orden. ¿Qué puede salir mal?
Sucédete Teatro te presenta esta hilarante comedia de Neil Simon, una de sus más representativas y conocidas obras. Sumérgete en la vida y enredos de estas cinco personas, cada cual más excéntrica.”
Ya en la sala nos sorprendió lo concurrida que estaba; a pesar de llegar con tiempo suficiente, tuvimos que sentarnos casi al final.
La segunda sorpresa fue el espacio escénico, con sus decorados y escenografía maravillosamente resueltos, mostrando un departamento pequeño, austero, en que el espectador, como se demostró a la postre, podría incorporar lo que quisiera, hasta el frío y las corrientes de aire que penetraban por sus defectos estructurales.
La obra, con sus cuadros, se representó sin intervalos, si acaso pequeños lapsos para cambiar la escenografía.
¿Nos gustó la representación?, ¿nos agradaron los actores?, ¿nos pareció bien el sonido, la iluminación, la puesta en escena?, ¿y el vestuario?, ¿nos sorprendieron los protagonistas?: ¡no!
No, no nos gustó, ¡nos encantó!, y mientras aplaudíamos, me reprochaba que, de tener una familia menos insistente, podría no haber estado allí.
En el escenario, mientras recibían y devolvían con gratitud y flexiones el entusiasmo del público, Marta Matos, Felipe Ortín, Raúl Portas, Rosina Matallana y José Muñoz, dejaron de ser Corie, el operario telefonista, Paul. Ethel y Velazco; abandonaron el papel de esposos recién casados, madre, seductor o arregla cables con los que se habían lucido, para abrazar la satisfacción y alegría de los congregados.
No soy crítico de arte, pero conozco la excelencia. Me daría muchísima pena que esta función no se siga repitiendo en otros teatros, porque se trata de una pieza que consigue demostrar el nivel que consiguen artistas no profesionales cuando derrochan talento.
Me alegré mucho por la velada, y el modo de demostrarlo es promocionándola lo más que pueda. Es de justicia premiar a gente que se empeña para que el mundo sea mejor, creando en vez de romper, compartiendo en lugar de dividir.
En el programa figuraban agradecimientos para el Ayuntamiento de Candelaria, también para Lidia Gómez, creadora del atrezo que engalanaba el escenario.
Yo también debería agradecer, a los artistas que nos regalaron un espectáculo tan bonito y a mi ahijada que me lo recordó.