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La parálisis venezolana

Por Julio Fajardo Sánchez
martes 20 de agosto de 2024, 12:49h

El País titula su editorial “Riesgo de parálisis en Venezuela”. Me gustaría saber desde cuando se advierten esos síntomas, ¿a partir de la celebración de unas elecciones fraudulentas, donde la oposición y la totalidad del mundo democrático reclaman la publicación de las actas que avalen el resultado, o desde la huida de ocho millones de ciudadanos, o en el momento en que se comprueba que un mandatario, Maduro, se comporta ciscándose en cualquier principio del Derecho y mofándose e insultando a todos los que no le bailan el agua, siguiendo los modos de su antecesor Hugo Chávez? ¿En qué momento ese país empieza a necesitar una silla de ruedas, ahora o hace más de veinte años, cuando comenzó a gestarse el desastre? ¿Cómo es posible que se diga esto mientras durante todo este tiempo, desde aquí se ha estado repitiendo que este asunto es un invento de la oposición para ir contra el Gobierno? ¿De qué parálisis habla El País? ¿Es que Venezuela no estaba ya suficientemente paralizada en su funcionamiento democrático? Han tenido que manifestarse mandatarios como Lula, Petro o Boric para que nuestra izquierda reaccione y se sume a la alarma que supone tener en el poder a un mandatario nada fiable como Maduro.

A pesar de esta, digamos rectificación, no es la totalidad del Gobierno la que se alinea en torno a la exigencia de que se cumplan las mínimas reglas; una parte de él sigue alimentando la legitimidad de lo claramente ilegítimo y exige que se respete lo declarado por el Centro Nacional Electoral. Convengamos en que esto no es de recibo, pese a la pluralidad y a la libertad de expresión. Lo mínimo que se le pide a un Gobierno es la unanimidad en la política internacional, al menos la misma que se le exige a la oposición en los temas de Estado. La pregunta es por qué se sigue diciendo que ésta está haciendo un uso partidista mientras se discrepa dentro del Consejo de Ministros. Por qué no se suman a las manifestaciones de apoyo a los venezolanos, en las que participan los miles de residentes en España, aquellos que acusan a los organizadores de oportunistas. El oportunismo dejaría de existir si todos condenaran los abusos concentrándose en la misma plaza, si no para denunciar un fraude que no dan por comprobado, si al menos para alarmarse por el riesgo de parálisis que explicita su periódico de cabecera.

Venezuela debería ser un problema para unirnos no para separar a los españoles de ideologías distintas. Con esto no se juega. Hay cuatrocientos mil venezolanos en España y más de doscientos cincuenta mil españoles en Venezuela, lo suficiente para que alguien esté preocupado. Se me dirá que este es un asunto de política interna, pero si la política interna consiste en tener una idea diferente sobre el asalto a la democracia en un país hermano, apaga y vámonos. Venezuela no está en riesgo de parálisis. Venezuela lleva tiempo paralizada, mientras el resto se ha pasado el tiempo mirando para otro lado. Ya sé que tiene de su parte a Putin, a China y a Irán, los mismos que gozan de las simpatías de medio Gobierno. Ese es el problema y esa parálisis acabará por contagiarnos.

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