“Maduro afronta el domingo unas elecciones en las que la oposición ha decidido participar después de 11 años de boicot”. Esta es la entradilla del editorial de El País a dos días de la consulta. Los que llevamos años siguiendo a la política venezolana sabemos que esto no es así. Si no, que le pregunten a Leopoldo López o a Juan Guaidó, o por qué la principal opositora, María Corina Machado está inhabilitada. En el mismo periódico se dice que es de derechas, aunque no tanto como Milei o Bolsonaro, pero casi.
Es decir, Venezuela corre el riesgo de caer en manos de la ola de la ultraderecha. ¿Esto es lo que quiere decir el editorial del periódico influido por Zapatero? Como siempre contracorriente del resto del mundo que califica al gobierno de Maduro como una dictadura. ¿Este es el modelo que se defiende? ¿A qué tanta protesta cuando se les equiparaba con algunos sectores del pacto Frankenstein? Ahora El País viene a corroborar lo que todos sabíamos. Por ejemplo, las reacciones de Lula y Alberto Fernández, el expresidente argentino, recomendando aceptar los resultados y condenar las declaraciones de que habrá guerra civil y un baño de sangre si pierde el chavismo, no han sido compartidas por los asesores españoles cercanos al PSOE. No entiendo el porqué de este posicionamiento de la prensa oficial, o prefiero no entenderlo. O es que alguien supone que la derrota de la dictadura supone un recorte a las libertades y a las maravillosas conquistas sociales donde ocho millones de personas se han tenido que ir a vivir fuera. ¿Hay quien se crea esto? Es decir, que ha sido la oposición la que boicotea y bloquea en Venezuela. ¿No les parece que ese argumento ya lo tenemos demasiado oído aquí?
Por otro lado, como conozco un poco los entresijos de la prensa, algo debe saber el periódico, o su asesor áulico, para tomar este posicionamiento. ¿Qué será lo siguiente? ¿Acusar a la oposición de pucherazo o hablar del cerco exterior, que impide que progresen democracias tan nítidas y fiables como la cubana? No quiero pensar que esta sensación que deja caer El País sobre las elecciones en la nación bolivariana tenga que ser necesariamente coincidente con la del Gobierno. Podría creer que se trata de ejercer la neutralidad en asuntos ajenos; una recomendación diplomática del señor Albares, que no se corta un pelo al retirar embajadores de otros países sudamericanos. Puede que sea solo eso, pero me temo que no, porque la noticia acusa bien a las claras que una de las partes no ha hecho otra cosa que boicotear a la otra. Es una extraña manera de entender la política, una forma de negar el pan y la sal al adversario, esa que consiste en afirmar que si no estás conmigo estás contra mí a la que estamos acostumbrados los que nos atrevemos a decir que no estamos de acuerdo.
Sí, el próximo domingo habrá elecciones en Venezuela, y ya sabemos por lo que apuesta el progresismo. Por fin se han quitado la careta.